
Devorando libros entre infusiones
y cervezas, en las tascas de Malasaña,
los cafés de Chueca, durante horas
convertidas en ráfagas instantáneas de tiempo,
ascendiendo a las cumbres de las vidas
de mil personajes, con sus anhelos, sus emociones…
Escuchando a los poetas callejeros
del Bukowski, en caída libre, a ritmo de rap…
versos desmadejados bajo la magia de los focos,
sobre un atril con estética de mujer fatal,
Inés de maestra de ceremonias,
silencio respetuoso y sepulcral…
El asfalto madrileño pierde la batalla y muere
de sed en pleno desierto de baldosas y cemento;
el oso dormirá su letargo invernal en una cueva
cinco estrellas, y Lamento, el travelo de Desengaño,
lo hará arropado por sus falsas tetas
en un portal destartalado.
El trovador le seguirá cantando a la noche;
el rapsoda construirá su performance sin
salir de su hostal; los amantes entonarán su
himno de amor, y en la Puerta del Sol seguirán
sonando las doce campanadas en la noche
más vieja del año.
Mientras, las velas se pondrán en huelga y
decidirán no consumirse jamás, al tiempo que
la intensidad de los recuerdos hará mella en el
solitario que alarga su copa sobre
la barra de un bar cualquiera.
Y el poeta que continuará devorarando libros,
vagando cual alma errante en Villa Underground,
descifrando en verso los recovecos de la vida,
poniéndole por encima una manta a Lamento,
escuchando a la Charo cuarentona, que ha encontrado
un ligue y la llevará a un hotel de veinte euros
la noche para impresionarla,
en una muestra infinita de amor.
Y en su bandolera, cargada de libros,
una frase de Burroughs en su recuerdo,
“vivir del tiempo prestado”, caminando por las baldosas
eternas de cemento y lágrimas ahogadas,
por las callejuelas estrechas y oscuras
de Villa Underground.
fotografía original POWEREDby NEL
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2009