
A los que murieron con la espalda contra el muro,
los ojos vendados y los labios enmudecidos.
Ya amanece...
Ya los rayos del sol se filtran
por los barrotes de tu celda,
ya el taconeo se hace presente
en un paso de oca uniformada,
desinformada, analfabeta,
títere, marioneta...
Esposaron tus manos,
encadenaron tu lengua,
destrozaron tu cuerpo,
torturaron tu persona,
los pájaros no alzan el vuelo,
el mapa ya no sitúa la libertad.
Mutilaron el canto del trovador,
deshilvanaron sus versos certeros,
encogieron en un prelavado
absurdo el blanco de su bandera,
ora desteñida, ora deshilachada,
pero aún ondeando al viento.
Estruendo de disparos
tras la orden concreta:
¡¡Soldados!! ¡¡Apunten!! ¡¡Fuego!!
Trompetas de Jericó
que acabasteis con la palabra
hablada, pero no con la escrita,
la tinta del autor de las
letras esculpidas a fuego y sangre,
con furia y tesón
contra la injusticia,
contra la intolerancia,
a favor del sentimiento de
unos labios, el poder de una
mirada, el calor de un abrazo,
el amor de dos cuerpos, la
mano alzada a favor de la voz.
Esposaron tus manos,
encadenaron tu lengua,
destrozaron tu cuerpo,
torturaron tu persona,
mutilaron el canto del trovador,
deshilvanaron sus versos certeros,
deshilacharon el blanco de su bandera...
Ya amanece...
Ya los rayos del sol se filtran
por los barrotes de tu celda,
ya te colocan con la espalda
contra el muro...
Y sobre tu cabeza,
el pájaro que alza el vuelo
en busca de la libertad.
(c) Isidro R. Ayestarán, 2010