Hemos
caminado
a
lo largo del asfalto llamado vida,
en
un continuo regalo de miradas
envueltas
en papel de cariño y lazada de afecto
que
eran la banda sonora de nuestro tiempo juntos,
pero
hoy, a través del escaparate del hasta luego,
me
atormenta el abismo que dista hasta la otra orilla
desde
donde me sigues guiñando el ojo,
donde
aún me abroncas en silencio por mis excesos,
donde
me pintas tu sonrisa y tus “te quiero”,
desde
ese lugar donde ahora habitas
y
del que yo me encuentro tan lejos.
Hemos
visto tantas cosas juntos,
la
de cosas que habremos visto,
sentados
al borde del precipicio,
tentados
a saltar en busca de grandes emociones,
sonriendo
hacia el vacío más lejano
porque
no había finito suficiente para los dos,
para
nuestras ansias de vivirlo todo, juntos,
a
lo largo de este abrazo eterno, fundidos tu y yo.
Pero
yo ahora, tan lejos,
echándote
de menos,
con
la certeza que me da el saber
que
si alguna vez acaricié el cielo
lo
hice estando a tu lado,
teniéndote
cerca,
cogidos
los dos de la mano…
Por
lo que nado hacia ti,
hacia
esa orilla donde habitas,
ya
ves, porque sé que a tu lado
no
se me olvidará sonreír,
porque
es a tu lado, solo a tu lado,
en
nuestro rinconcito de nubes,
cuando
de nuevo, tú y yo,
volveremos
a la vida como antes.
Como
en aquel tiempo en que, juntos,
acariciábamos
el cielo.
(c) Isidro R. Ayestarán, MMXV