El humo se marchó de mudanza
a un apartamento con vistas a la calle,
ventilado desde el mismo amanecer,
soleado en sus cuatro puntos cardinales.
En las paredes de los bares
ya no se respira el murmullo de las voces,
que ahora cantan coplas bajo
los balcones ministeriales.
Todos zarpando a un nuevo Molokai
de mal vistos, olvidados,
apestados, mal humorados...
Todos zarpando lejos de ese
otro islote de ignotos atolondrados,
con la denuncia constante en la mano.
Sí, somos más europeos.
Y en el reflejo de nuestro espejo,
ya no hay ángulo para amontonar
tanta y tanta majadería.
Ahora, la gente está en la calle.
Pronto... ni eso.
(c) Isidro R. Ayestarán, MMXI