Camino
mi soledad por orillas de playas desiertas, con mis zapatos de cristal
resquebrajados pensando que son nuestros corazones quienes van de mi mano. Humillo
la mirada para que nadie me lea la tristeza en mis ojos, que nadie comprenda
cuánto puede sufrir un sentimiento cuando no es correspondido, que se olvide
para siempre lo que significa tener un amor lejano, tanto, que ni las voces de
los más cercanos me distraen de tu distancia física y emocional.
Navego
en silencio por mi mundo gris imaginando que las olas que se me acercan son los
impulsos de tu alma por volver de nuevo a mi lado, ilusionándome por sentirte
cercano, emocionándome por sentir en tu mirada un amor certero al que nunca
dejaré alejarse del alcance de mis abrazos.
Pero
al levantar la mirada, compruebo el cruel silencio en mi mundo sin colores, y
me doy cuenta de que sólo puedo soñarte en un arrebato de fantasía y luces,
lejos, muy lejos de esta playa donde, en esta tarde muda y apagada, camino mi
soledad en un intento por no olvidarte.
Y
en silencio musito tu nombre para mis adentros con la mirada perdida. Sólo así
serás mío en mi nostalgia y mi recuerdo. Sólo así, salvaré nuestra historia de
otras miradas que nunca llegarán a comprender lo mucho que todavía te quiero.
Le
envío un beso al lejano horizonte que me alumbra mientras espero a que lo
recojas.
No
tardes… te espero.
(c) Isidro R. Ayestarán
imagen (c) Ms.Photo/ North Dreams