Me hablaron de la tierra prometida,
de luces azul celeste,
de brazos acogedores y
de miradas que asienten.
Me habían explicado que
las historias siembre acaban bien,
y que el sepia es un color antiguo reservado
para una foto familiar de fin de siglo.
Pero los libros homologados de la ciencia impuesta
no dan respuesta a lo que hay tras los puntos suspensivos,
ni nos cuentan por qué decir BIENVENIDOS es tan
complicado en este mundo de palabras calladas.
Y aquí sigo, buscando respuestas,
volviendo al origen de un punto de partida
que empujaba hacia el epicentro de un dolor amargo.
Y volver, volver, volver...
a despertar a una vida
terrible en mitad de la noche.
Me habían confundido con el calor de la
ACOGIDA, con la calidez de una sonrisa,
con la luminosidad ardiente de una mirada
capaz de decirlo todo con casi nada.
Habían logrado que creyera sin ver,
sin profundizar en un silencio eterno
desde el territorio inhóspito de una tierra
árida impregnada de indiferencia
y terror ante el color de mi piel.
Pero esta ausencia de calor hace que
refugie mi rostro de las miradas del resto de la gente,
como si fuera el resultado de una bomba lapa
a punto de explotar en medio de su (in)civilización.
Y aquí sigo, buscando respuestas,
volviendo al origen del porqué existe el rechazo
a culminar un sentimiento en plena primavera.
Y volver, volver, volver...
a veces sin saber para qué,
despertando a una vida terrible
en mitad de la noche.
(c) Isidro R. Ayestarán - "SILENTIUM."