Érase que se era
un poeta en busca de inspiración,
una hoja en blanco por rellenar,
letras y letras por amontonar
sin forma ni modelo...
ni ná de ná.
Se lanzó a la calle
por si allí encontraba
el arma mortífera que acabara
con esa desesperación,
esa desaparición de sus musas.
Y como un trovador
a la aventura y caza de
un cuento, un poema
o qué sé yo,
preguntó a unos,
indagó en otros,
cuestionó a los de más allá,
dejándose enredar por los que,
de oídas, le decían:
"Érase que se era,
una historia aún sin acabar"
Pero el poeta
no desesperó,
y marchó en busca
de la inspiración,
sin brújula ni orientación,
improvisando, viviendo,
sintiendo y haciendo suyo
todo lo que vivía y oía.
Cosas que le divertían,
injusticias que lo apenaban,
seres maltrechos que padecían
y huraños sin sentido del humor.
De todo sacaba jugo,
de todo, todo lo exprimía,
sin saber si acertaba
o, si por el contrario,
erraba el tiro de gracia.
"Érase que se era,
una historia aún sin acabar"