
Ya nadie se acuerda de ella,
de lo que triunfó, de las portadas
que ocupó en grandes letras,
del glamour que sólo ella desprendía.
Flor marchita que un bun día
emocionaste desde tu escenario,
y que ahora, errante, surcas
el sendero de un adiós.
Ya nadie te recuerda,
ignoran quien fuiste,
lo que brillaste al
alzarse cada noche el telón.
Los focos se van apagando,
el eco del aplauso queda lejos,
las candilejas te envuelven,
esta vez, tan sólo de soledad
como una hoja otoñal,
seca y rota sobre el asfalto
que un buen día te vio brillar...
Hay quien dice que te vieron
durmiendo para siempre en un portal,
refugiada con una foto color sepia
de aquellos otros tiempos tuyos,
sola y abandonada,
sin el calor de un beso,
de una flor en el camerino,
con tarjeta, como antaño,
cuando reinabas y eras única,
y los hombres se morían
al paso de tu mirada y tu porte,
de tu esencia, porque eras...
Y ya nadie te recuerda,
ignoran quien fuiste,
lo que brillaste al
alzarse cada noche el telón,
como una hoja otoñal,
seca y rota sobre el asfalto
que un buen día te vio brillar...
(c) Isidro R. Ayestarán, MMXI