EL CABARET DEL VERSO
ISIDRO R. AYESTARÁN

(c) 2008 - 2020

Abandonado en la puerta de un camerino en un destartalado cabaret, fue educado por siete cómicos de la legua en las más variadas artes escénicas entre libretos teatrales, plumas de vedette, pelucas, tacones de aguja, luces de neón, cuplés, coplas, boleros, marionetas, carromatos, asfalto y un sinfín de desventuras que acabaron por convertirlo en un pseudo-escritor de relatos y poemas que recita por escenarios de más que dudosa reputación junto a los espíritus de Marlene Dietrich, Bette Davis y Sara Montiel, quienes lo acompañan desde niño en sus constantes viajes a ninguna parte.

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BALAS SOBRE MUNDO st.


Ten cuidado, forastero, que este mundo no es lo suficientemente grande para los dos. Tú en tu extremo de la calle, con la mirada fija, poncho del polvo del camino y cigarrillo en la comisura de los labios. Yo al otro lado del silbido aquél de Morricone, con los matorrales arrojados por el viento y acariciando el arma mortal que carga en mi cinto.
No hay explicaciones para este duelo en nuestra Alta Sierra, vaquero, y la chica del saloon aguarda impaciente a que uno de los dos caiga para quedarse con el otro antes de los títulos finales de esta película de serie zeta.
Tú lo quisiste así, extraño hombre de más allá de la frontera, antes de que la pianola tocara a marcha fúnebre por los pecados de los pobres mortales de esta sucia calle.
Sin concesiones al reproche, sin miramientos ni aspavientos; evidentemente, sin titubeos. No están los tiempos para amaneramientos innecesarios, Joe Kidd.
Volarán las balas sobre Mundo street, sobre los colosos de cemento habitados por los muñecos de cartón que regalaban con el último suplemento del periódico dominical. El sheriff, impasible, ha dado cerrojazo al armario donde guarda los fusiles legales; el sepulturero, astuto comerciante que ya había tomado las medidas de nuestros cuerpos previamente, aguarda el resultado de aquella oferta dos por uno que la imprenta había regalado al solicitar los pasquines de la última manifa; la señorita Carsom, la maestra de los niños, se esconde tras los visillos de su ventana, repugnada al comprobar que nadie ha aprendido la lección del civismo y la ética; y Doc, antiguo predicador, se ha pasado a la botella tras leer el último versículo de su destartalada biblia.
No, vaquero; es como si a nadie en Mundo street, cuervos carroñeros aparte, pareciera importarle que nosotros andemos jugando a perder la vida por una mala palabra inoportuna, como si el sonido de la armónica se fundiera con el viento al pasar de largo entre las lápidas del cementerio del pueblo…
Clavas la mirada en mi alma como queriendo adivinar mis intenciones, sin que el sudor alcance la palma de tu mano, dispuesta ante el gatillo anhelante que acabe con la tontería mayúscula de las propuestas de leyes que se discuten a base de mociones de censura.
Y bang.
Un enorme bang como el que originó el caos en el universo, capaz de dar cordura al movimiento de las mareas caprichosas ante la influencia de la luna.
No, forastero… ya te avisé de que esta calle no era lo suficientemente grande para los dos, y que el silbido de las balas es tan potente como el de los besos certeros cuando se está con la persona amada bajo una cúpula de estrellas.
Quizá exista un mañana que te dé una segunda oportunidad.
Quizá existan unas gentes que se detengan a escucharte.
Quizá dejen de existir los quizás, y todos ellos se conviertan en un sí rotundo.

Pero eso no será hoy, vaquero, porque hasta los que te siguen te han dado la espalda y han apretado el gatillo de la pistola que colgaba de mi cinto.
Y mientras te veo caer, sorprendido porque la chica del saloon haya preferido rendir tributo al mártir antes que al héroe, doy la vuelta y desaparezco de Mundo street al galope de mi caballo, como un llanero solitario que se recorta en la luz del crepúsculo,
como un poeta que prefiere la compañía de un licor prohibido para escribir sus versos,
como el latido del corazón cuando la chica de sus sueños habita muy lejos de su cuerpo.

No, forastero, no era una calle amplia para pasar los dos por el mismo lado.
Ni para mirarnos a los ojos al decirnos buenos días.
Ni para un apretón de manos sincero entre los amigos de los buenos tiempos del pasado.

No era grande, no.
Y tampoco lo es ahora, que cabalgo solo.

Qué lejos queda el sonido de la armónica que acompaña al viento en mi peregrinar.
Y qué distante el aroma de un beso ante una foto en sepia con el mar de fondo.

Y pienso que eres afortunado, vaquero, ahora que estás muerto y no vives bajo la tortura de un bang que se origine a tu espalda, en tu costado, en tu nombre de amante abandonado…

Un bang como el de esas balas que silbaron en Mundo street la noche en que desafiaron a un poeta a morir bajo el influjo de sus versos
.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2009

EL SHOW DEL MIL ROSAS




A las doce de la noche, como si esa hora mágica fuera la ideal y única para levantar el telón del Mil Rosas, se apagaron las luces tras las palabras de presentación de Juan Curras. Desde el camerino improvisado todo parecía distinto, todo se escuchaba de manera irreal: los primeros compases del vídeo presentación, el tema musical “El descanso” de Mónica Naranjo, las primeras fotografías realizadas en Madrid y Toledo retocadas para dar la apariencia de adentrarnos en un mundo idílico de sueños… el murmullo de la gente que se agolpaba a lo largo y ancho del local con aroma a flores.
Y luego, tras el gong final de aquellas primeras imágenes proyectadas en la enorme pantalla, flanqueada por las dos columnas diseñadas por mi amigo Félix para la ocasión, tras el biombo de boas de mil colores, el Maestro de Ceremonias hizo su aparición completamente vestido de blanco, con su chistera color plata y el bastón del sueño creado exclusivamente para él. Bajo una máscara de cabaret se dio la bienvenida al numeroso público que, expectante y divertido, aplaudió la entrada al escenario con los primeros versos de “Disoluta colombina”. Y así empezó todo.
Soy el poeta que se regodea en su coqueteo con el público cual disoluta colombina que se mueve en puntillas de acero y con el estruendo certero de unos versos que languidecieron para despertar en la aurora…”
Tras “Adicto al espidifen”, aconteció uno de los momentos mágicos del show. Sentado junto al atril de diseño, y mientras se proyectaban las fotografías del vídeo “Telón” con la música al piano de “Watermark” de fondo, el poema “…Porque tú no estás” se convirtió en el momento en que la evocación y el sentimiento alcanzaron una de las cumbres de conexión con el público.
Luego, el resto de poemas irónicos y satíricos recitados e interpretados a modo de monólogo cabaretero y teatral alcanzaron la primera media hora del espectáculo, ese “Cabaret del amor” que terminó con la referencia obligada a John Lennon para presentar la segunda parte.
“Las sonrisas mudas”, el último vídeo creado para EL CABARET DE LOS SUEÑOS, denuncia de esos gobiernos que utilizan a los niños como soldados, y que termina con parte del elenco artístico portando una bandera blanca, sirvió para que el público se adentrara en la segunda parte, “Los ángeles de la noche”, con el Maestro de Ceremonias vestido completamente de negro, comenzando con la interpretación de “El lugar donde ya no se pone el sol” y terminando con un corte de mangas a la Ley Sharia y el Islam. A partir de ahí, los versos más comprometidos, directos a la yugular de los gobiernos ineptos, la policía represora, la iglesia más drástica e intolerante, las guerras y los ejércitos, las banderas y las fronteras, la sociedad absurda de hoy día… “Cobijando mamarrachos”, “Campo de minas”, “El ballet de los soldados rasos”…
Que nos dejen todos en paz, viviendo nuestra vida a nuestro antojo, como los trovadores que somos, cantando a la vida, la noche, y lo más profundo de nuestras miradas…”
El vídeo “Trovadores”, mi canto a todos estos personajes nocturnos, dio paso al epílogo del show con los versos de “El poeta azul de las letras locas”, volviendo el Maestro de Ceremonias al blanco y la plata.
Para entonces, el bastón del sueño se había hecho trizas y el público se había entregado al máximo.
Setenta y cinco minutos de espectáculo, un decorado diseñado en exclusiva por Félix Ortiz, dos cambios de vestuario, los maquillajes de Maru Dañobeitia, la asistencia técnica de Carlos Albarrán y Rux, las fotografías de Cascabel… El Mil Rosas, las flores de Charo Cuena y la supervisión de Juan Curras…
Esos fueron los ingredientes para este nuevo show poético-teatral que sirvió como postre al circuito artístico nocturno por Santander bajo el epígrafe “La noche en vela”.
Y desde estas letras, mil gracias a la organización, a los que esperaban un show como este, y a los que me esperaban ver de nuevo en acción.

Permitidme que continúe en mi nube de ensueño.
Soportadme de nuevo con mis neuras y mis nervios.
Comprended que siga denunciando todo aquello que me parece injusto en este mundo que vivimos.

Mil gracias por seguir a mi lado.

ISIDRO R. AYESTARAN

LAS SONRISAS MUDAS


Imagina que no hay países,
no es difícil, hazlo,
nadie para matar, ni por quien morir,
ni siquiera religión.
Imagina a toda la gente
viviendo su vida en paz.
(Imagine – John Lennon)

Me gustaría inventar un nuevo idioma,
basado en lo que aprendí de pequeño,
en el que la sonrisa todo lo puede
y donde el odio y el rencor no son más
que el fruto del sueño del dignatario loco.

Me encantaría que este mundo fuera
gobernado por la candidez de un niño,
con la única preocupación de carecer
en su habitación de juguetes rotos:

Ojalá pudieras escucharme desde tu
rinconcito de las nubes, donde el sol
parece no ser el prota de tu nueva peli
sobre el sempiterno tema de los buenos y malos.

Y ojalá, también, te detuvieras un momento a escuchar
el lamento amordazado de aquellas
sonrisas que son mudas de sentimiento,
ahogadas en mil lágrimas de sufrimiento.

Quisiera que miraras en la dirección acertada,
a través de mi párvula mirada que se
hace mayor en este tiempo equivocado,
donde las muñecas se convierten en granadas,
donde el coche teledirigido se parece a un tanque
y donde los muertos no se levantan al
acabar la función sobre este escenario.

Quisiera que me explicaras por qué hay otros niños que lloran,
por qué gritan de miedo al escuchar las bombas,
por qué entierran a sus padres antes de hora,
por qué hay lugares donde nos enseñan a matar
antes de saber a sumar, restar, sentir, reír…

por qué hay lugares del mundo donde no se
aprendieron la lección de cómo saber amar.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

DISOLUTA COLOMBINA: introducción al show teatral


Se levanta el telón para la noche de fieras,
el ballet de los cisnes afeminados del cabaret,
los arlequines y los propietarios de chisteras
desvencijadas con olor a naftalina poética.

Se encienden las luces del escenario que siempre
carga hacia la izquierda, cosas caprichosas del
enorme paquete censurable del artista innombrable
de los mil folios con aroma a sensiblería romántica.

Regodeándose en su coqueteo con el público,
cual disoluta colombina que baila en puntillas
de acero, con el estruendo certero de unos versos
que languidecieron y despertaron en la aurora.

No hay temores, murieron los reproches,
se colocaron los chalecos anti-tópicos y se enfundaron
las entrepiernas insultantes a ritmo de pilates
enloquecido en este circo de sentimientos.

Y en un polvo atormentado a la luz de las estrellas,
cabalgando de nuevo como un solitario de llanuras
cubiertas de letras, mascando el tabaco prohibido
por el ministro del ramo de la incompetencia,

renace de unas cenizas pretéritas el dueño del bastón
que se aferra al paladar de las palabras,
el que fuera poeta nocturno y de la vida, el Maestro de
las Ceremonias atrevidas y osadas.

Y como una azafata en una compañía de vuelos
aéreos, la mímica de unos movimientos a ritmo
de nostalgia, pasado, amores rotos y sueños
evocadores, les indicará graciosamente a ustedes

que comienza este show poético teatral,
que poco o nada tiene que ver con lo que hayan visto
ayer, la otra noche o el día aquel que enterraron
al último de los rapsodas de este mundo oscuro.

Sólo pido unos minutos de paciencia.
Esa es mi verdadera recompensa a cambio de cogerles
de la mano y darles un paseo por mi nuevo mundo
de sueños… Los sueños de este su poeta

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

AÑORANZAS


El lugar de mis juegos,
el recuerdo de mis sonrisas,
el aroma de mi lejana niñez,
de esa infancia marchita para siempre.

Las fiestas de cumpleaños,
la paga de la abuela los domingos,
las confidencias con los hermanos
al apagar la luz de la habitación,
el peluche al que me aferraba para poder dormir.

Las aventuras con la pandilla del barrio,
la comida en el campo los fines de semana,
aprender a leer en la escuela,
el inicio en el juego de las miradas furtivas.

El consuelo de mi madre al recibir
la primera bofetada de la vida,
los viejos juguetes, almacenados en el desván,
la nostalgia de un beso de buenas noches…

Y tú, ocupando un lugar privilegiado
en mi mundo de añoranzas.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

EL POETA AZUL DE LAS LETRAS LOCAS


Fabricante de letras en locales sórdidos,
humo, folios desmadejados sobre la mesa de mármol,
aroma a absenta, la inspiración puesta en las
miradas que se cruzan en un instante,
frases sueltas, recuerdos constantes, y ganas…
muchas ganas de volver a escribirte en una hoja en blanco.

Llanero solitario por las sendas santanderinas,
colocando carteles de su próximo recital en Mil Rosas,
Búnbury siempre, y Bukowski, Chaplin, la Garbo
en aquella Anna Christie suya con voz grave,
y el suave tic tac demoledor del tiempo que se
acaba antes de sellar el primer beso.

Cuánto cuesta acabar un verso cuando
los amores pasados se distancian aún más lejos,
cuando sube el recibo del gas de tus abrazos
y las caricias tuyas no quedan registradas porque
no te encuentras en casa a la hora señalada.

Podría decirte que te vinieras conmigo en
esta apasionante aventura loca de las mías,
con mis excesos, extravagancias, y todo aquello
que parece molestar e incordiar a los políticamente
correctos que albergan en mi entrepierna,

que anidaras esperanzas mientras le silbo al viento
los reproches almacenados durante estos años de
letras locas y corazones rotos,
bebiéndonos la vida en cada poema sin temor
a resacas, jaquecas y escozor por estar eternamente
fundidos sin pasar por el cuarto de baño…

Podría aferrarme a tus manos mientras le dicto
a las estrellas las rimas certeras de las heridas
sin cicatrizar de mi alma, del sabor a refrito
del amor perdido pasado por el microondas,
y de tantas otras cosas que no se van de mi lado
por no pasar frío por las calles solitarias
del más crudo de los inviernos…

Pero tan sólo soy un poeta loco con aires
de bohemio de medio pelo, con el color azul
a modo de aureola incordiante, rodeado, eso sí,
de muy buena gente que escribe, que siente,
que se presta a mis imágenes, que englosan la lista
de mi espasa de musas y pequeños trovadores,
los Absenta Poetas, el mecenas Curras, la dueña de las flores
y la amiga especial que soporta mis millones de
sinsentidos literarios.

Esta noche confieso que me conformo con adornar la comisura
de los labios con un cigarrillo con aroma prohibido,
continuar con mis tumbos de izquierda a derecha,
distrayéndome con el género de mis amantes,
sin rendirme apenas por los ataques diarios de
esta vida absurda, y marcando a fuego en el
alma de los que me leen y escuchan que,
sin hacer daño a conciencia, este poeta azul
que escribe letras locas camina por la senda
marcada de los escritores malditos que se mueren
por un minuto de atención aunque la luz de las
velas sea escasa, el incienso tenga olor a recuerdo,
y el sentir el fuego de un beso se convierta,
noche tras noche, en la pesadilla dulce
que alimenta mi sueño.

La música de mi cabaret invita a tomarse la última.
Miro el reloj iluminado por la madrugada.
La chistera aún no me hace daño.
¿Por qué no? Me digo.
Chasqueo los dedos y llamo al camarero.

¿Qué me pones a cambio de mis versos?


(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

lady BANSHEE


Toque de spaghetti-western en un país ajeno,
desconfianza por tu acento,
por ese piercing con toque heavy en tu atuendo
y la palabra rumana en el currículum vitae
de tu lugar de nacimiento.

Sin embargo, para mí eres lady Banshee,
la esposa del rockero progresista, poseedora
del corazón rebosante de sabiduría coherente
en este reino de taifas reconvertido en circo
de pulgas aún por amaestrar y domar.

No te apures por la mirada de reojo,
olvida el sonrojo por no hallar la palabra certera,
evita el desaire de doña Manuela por no saberla
atender como a ella le gusta, pintada de negra
con la diadema blanca de las cofias sesenteras
a lo Gracita Morales en ¡Cómo está el servicio!

Diste con tus huesos en un supermercado de cajera,
te acusaron de falsificar firmas y de no hablar español,
susurraban a tu espalda en la cola del pan, en el
pasillo de las lejías, y hasta en aquella mini exposición
de turrones de saldo antes de Navidad.

Pero tu te abstraías con tu música y tu recuerdo,
con Metallica de fondo y un cigarrillo en los labios,
oyendo mis poemas en el Tragaluz a golpe de cerveza,
y con la certeza que da el saber que el silencio entre amigos
se paga a golpe de talonario en los latidos del corazón.

Oh, lady Banshee,
descubrimiento de mis carencias informáticas,
con intercambio de lugares que visitar en Roma y en tu
infancia para mi trabajo sobre la añoranza de las sonrisas
perdidas…

Oh, lady Banshee,
consoladora del lamento del desamor en un rincón
de fantasía, aquella noche en el Bolero santanderino
sin toque de guitarra, humo en la mirada, y manguera
a punto de sofocar el ardor de las lágrimas vertidas.

Oh, lady Banshee…

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

MAÑANA DE DICIEMBRE


Mañana gélida de aproximación al invierno,
rayo de sol tenue entre las nubes,
mitigando el dolor del frío,
suavizando la atmósfera pre-navideña,
acentuando el dolor de tu ausencia.

Cielo de azul intenso sin gaviotas,
alejadas del mundanal ruido de la amargura,
partiendo en la búsqueda sincera
del clima cálido donde cobijar sus cansados
cuerpos, sus frías miradas.

No impongas rejas a los latidos honestos
de un corazón palpitante por tu compañía,
ni aprisiones el idioma certero de las
palabras de amor que musitan mis labios,

ni arrojes al fuego de la caldera eterna
las viejas fotografías de aquel sepia que tanto
te gustaba, ni los momentos en que fuiste
mía al bailar agarrados y aferrados
la danza amorosa envuelta en el silencio
significativo de nuestros sentimientos.

Cobarde al no llamar las cosas por su nombre,
incapaz de sentir un estremecimiento,
insoportable roce corporal roto por el pasado,
suspiros ahogados en una lágrima viva y oscura…

Y pasear por la bahía en esta mañana de diciembre,
solo, contigo en el recuerdo, marcando el ritmo
de mis latidos enloquecidos por volver a tu mundo,
dándote vida en cada verso, en una serie de poemas

con aroma a verano y luz de domingo,
como una película de Garci, donde tú eres yo,
y donde la espera tiene ese aroma vivo
que se llama igual que tu nombre.

No es una confesión tardía…
Es lo que me inspira el pasear por la ciudad
en esta gélida mañana de diciembre,
… y de aproximación al invierno.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

VERSOS EN COLOR SENTIMIENTO


Versos en sepia para anhelar tu presencia,
rodeado de un mundo que huele a otoño.

Colores de crepúsculo que me llevan hacia ti,
dando la tonalidad certera a mi quimera de amor.

Aura de romanticismo para envolver mi deseo,
para dar vida al alma de mi sueño.

Despuntando en el horizonte el origen de unos versos,
versos color sentimiento.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

... PORQUE TU NO ESTAS


Hoy he decidido llevarme en un tupper
los besos que no puedas darme
esta noche por las razones que sean.

Allí meteré también
esa luz de luna prometida que las nubes
de hoy han cegado más allá de tu ventana.

Y llevaré tu esencia
envuelta en el aroma de tu cuerpo
y el recuerdo de tus caricias.

… Porque tú no estás,
no dormirá mi mirada a la luz de las noche,
ni prenderé vela alguna para iluminar mi alma.

… Porque tú no estás,
será tu recuerdo quien guíe a mi soledad
por el sendero de las quimeras soñadas.

… Porque tú no estás,
mi vida yacerá bajo la cascada azul
que dio sonido y vida a nuestra historia,

a ese mágico juego de asentimiento
al sabernos fundidos en el ardor
de un deseo evocado y ya marchito.

Dejaré la ventana abierta por si
quieres regresar en forma de brisa
cabalgando entre las estrellas,

y mi boca anhelará el beso que me
despierte del sueño al que me condenó
el ansia por volver a ti de nuevo.

Y todo, porque tú ya no estás.
Y todo, por si te apetece regresar.
Y todo… por todo lo que fuimos juntos

al coincidir en el gesto sincero y certero
de mirarte, de mirarme… de mirarnos,
y morir ahogados en un beso.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

COBIJANDO MAMARRACHOS


Redobles de tambor con aroma a guerra verbal,
estúpida combinación de traje de diseño y corbata
a juego con la absurdez de los ideales venidos a menos
en el hemiciclo prostituido por un póker de madames.

Cumbres parlamentarias para paliar el hambre
provocado por la indecencia acumulada en las papeleras,
donde las propuestas de leyes se tramitan en las alcobas
de las casas de citas imperecederas de ayer, hoy y siempre.

La derecha es azul, la izquierda siempre rojo putón,
el centro, incómodo, que no encuentra postura en el sillón,
el chascarrillo ocurrente ante el micrófono, un vaso
de agua insípida, incolora e inodora…

Los aplausos de unos, el pataleo de los de siempre,
el circo que despliega sus múltiples pistas para el
deleite de los soñadores de la zambomba,
el aguinaldo navideño y sus numerosas promesas rotas.

Y es que la política no sabe de menús del día,
del precio del café, los tomates, a cómo el kilo
de chipirones para hacerlos encebollados o si es que
puede haber damas que compren bragas en un cadena cien.

El político figura en el Espasa, el obrero se agolpa
en la cola del paro, el poeta se conforma con recitar sobre
una caja de frutas en la Puerta del Sol o bajo las ventanas
de las enamoradas que lloran por los sms que nunca llegan.

Los jubilados alimentan palomas en los parques, las amas
de casa se vuelven como locas para idear recetas con los
mismos ingredientes con tal de cambiar el fuste nutricional,
y los encargados de los supermercados se travisten

de otra cosa con tal de proporcionar color al mundo gris
y áspero de los “malhuele” a maría rancia y abandonada
en los pasillos presidenciales y/o municipales, a punto
de caramelo para poner la mano y llevarse la comisión.

¡¡Ay, mundo redondo que giras sobre ti mismo!!
¡¡Ay, mundo desagradecido, que matas de hambre
a quien te tiende la mano en pleno proceso de evolución!!
¡¡Ay, mundo oscuro, tétrico e informatizado!!

¡¡Ay, mundo, que te corres de gusto con las encuestas
pactadas y compradas que te favorecen!!
¡¡Ay, mundo, que nos brindas en vaso de plástico
un ramillete de representantes para luchar por nuestro futuro!!

¡¡Ay, mundo, que no te reconozco aunque tampoco
te haya parido en una mesa de operaciones!!
¡¡Ay, mundo, que me paro en la próxima parada
porque me asesinan el billete!!

¡¡Ay, mundo!!
¡¡Ay, mundo, que te desternillas tú solo
al verme clamando justicia en una urna donde
sólo se cobijan los dementes mamarrachos

que se dan la vez en el juego del escondite inglés,
el garbancito, el “tú la llevas”, el “verdad, beso
o consecuencia” o en alguna otra parida de la
infancia marchita evocada a golpe de sonrisa.

Y en definitiva, hermanos todos de padres
que nos enseñaron a luchar contra el error humano,
saquemos el spray anti-ladillas políticas para
convertirnos en los servidores de los que son “alguien”,

en los hidalgos de los lugares cuyo nombre
no logro olvidar, al dar la patada en el culo
engordado por nuestros impuestos a los que se
miran al ombligo peludo y abrigado por su

total y absoluta falta de moral, ideas,
pensamiento, filosofía, paga dominical
y billetero generoso para pagar la ronda
de los vermús y la tapita cotidiana del bar.

Y me dará igual luchar contra molinos,
gigantes, gobernadores, acólitos de misa de doce
o contra el comodín ese que nunca aparece al
pretender una escalera de color.

Mi escudo son tus ojos y tu mirada,
mi bandera, tu vida y tu bienestar,
mi sustento, tus palabras de amor verdadero,
y mi triunfo, un mundo mejor lejos, muy

lejos de donde se cobijan los mamarrachos.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

LA ALCOBA DESNUDA


Al ritmo de una botella ardiente de espumoso rosado,
con el motor del amor a mil por hora,
con el ardor del calor de la caldera de tus besos,
y esa mirada aniquiladora de cualquier inapetencia.

Entre las sábanas de mi alcoba desnuda
de frialdad y silencios, por fin, por fin, por fin
toca llegar a la cima del clímax de aquello
que se hace llamar sentimiento desde los tiempos
de las cuevas prehistóricas.

Si los ángeles decidieran quitarse la venda
del Jefe Divino, exclamarían ¡¡Aleluya!!,
si a las beatas se les escapara el rosario de los
Misterios Rutinarios, aullarían ¡¡Por el Santo Madero!!

Y qué queréis que os diga, cabareteros míos,
que el espectáculo del teatro de las bajas pasiones
se hace más atractivo con música de fondo,
con el suspiro certero al hacer blanco en la diana.

¡¡Que entonen los laúdes las diosas griegas!!
¡¡Que canten los trovadores del mester de juglaría!!
¡¡Que las vecinas me golpeen mis paredes de pladur
al sentir el terremoto del amor y la lujuria!!

Que tus manos no se olviden del mapa de carreteras
que memorizaste para saber llegar al destino,
que al juntar tus labios a los míos, musiten fogosamente
un “te quiero”, un “te deseo”, un “te necesito”,
un “no te vayas nunca”…

y al final, tras las caladas silentes del cigarrillo
del momento “de después”,
a través de mi mirada y la tuya, coincidentes en
no decir nada más que aquello que delata
el brillo de nuestros ojos plenos de amor,

juntaremos, uniremos, fundiremos de nuevo
nuestros cuerpos en un solo de saxofón, oboe,
violín, violonchelo, trompeta… la orquesta entera
para musitarnos al oído de manera certera…

perdámonos entre las sábanas de esta alcoba desnuda,
y olvidémonos del tiempo, del mundo y de todo.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

CAMPO DE MINAS


Cuerpos verde fluorescente
travestidos de uniforme policial,
vigilando el patio del recreo,
la franja horizontal establecida
como frontera de una nueva
ley seca anti-ruido, anti-todo,
en una plaza de Cañadío
burguesa y señorial.

Una copita dos centímetros
más allá del recinto, se
penaliza con el precinto
“alto, prohibido pasar”,
carné de identidad, y si procede,
te invito a dos chuchazos
bendecidos por el aura de la autoridad.

Y los camareros del Canela, el Ventilador,
Bogart, Blues o cualquier otro
que aspire a acumularse en las
cámaras de gas municipales,
servirán en bandeja de plata
los polvos blancos aspirables
en forma de rondas bien contadas,
víctimas todos de las ordenanzas
con aromas a lolita descafeinada
de los ediles con acné y los
presidentes show-man televisivos
en esta Cantabria nuestra.

Y en el centro de la plaza, antaño a rebosar,
una farola sedienta de juerga y alcohol
que añora el gentío de la vida,
el murmullo de la noche,
el alma de los mortales que se beben
a borbotones las multas, la intolerancia,
las sirenas de los balcones y las ganas,
terribles ansias, por comerse una empanada
en el Horno de Cañadío a las tres y media
de la mañana.

¡¡Señora vecina!! Disculpe si la molesto
al eructar los gases de mi copa precintada
y reservada para unos pocos metros.

Y disculpe por estar vivo a horas
nocturnas, donde su Padrenuestro antes de
irse a acostar, se confunde y se funde
con mi hora de ángelus a la hora de
meterme unos churritos para desayunar.

Y ustedes, señores policías del
Orden, la Moral y las Buenas Costumbres,
dense un paseo bien uniformados y armados
por los despachos donde se pactan
las comisiones devastadoras para la gente
que no tiene ni idea de lo que significa
ser “mileurista”, y déjense de mamarrachadas
solventadas a golpe de mirada férrea de
sargento de hierro.

Les invitaría gustoso a una copa,
pero a estas horas está casi todo cerrado
a cal y canto, convirtiendo a mi querida
Santander en el nuevo muerto que hay
que enterrar tras la misa dominical.

Qué pena de esquela para mi ciudad,
cuya familia no recibe impertinencias ni
corona de flores de la Asociación de
Alcohólicos Reconocidos y Orgullosos,
en cuya carroza, a modo de cabaret
simpático y honesto, se reparten folletos
que son el mapa señalizador para
saber sortear, en este campo de minas,
las consabidas estupideces pactadas,
cada cuatro años si no hay crisis económica,
tras una perfecta campaña comercial.

(perdón, quise decir electoral).

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

GEOMETRIA DE ABSENTA Y AMOR


Licor prohibido en un juego aritmético,
matemática básica de uno y uno son dos,
influenciado por la lógica absurda de antaño
de contar con los dedos los desengaños del alma.

Abrir de par en par las ventanas para que se adentre
en nuestros cuerpos la luz de la luna prometida,
saltando a la comba en una canción ñoña
sobre el tiempo pasado y etílico de una mirada.

Morir en el cariño que desprendes al abrazarme,
emborrachándome cada noche de absenta para
escribirte el poema que te mereces, oh nena,
en ese campo sembrado de tu amor.

Si Van Gogh se cortó una oreja envalentonado
por ese brebaje mágico cargado de calor,
si Toulouse-Latrec pintaba maravillas con cepillo
de dientes en un filme de John Huston,

yo no soy menos que ellos al arderme el gaznate
que va directo al corazón, derechito al pinchazo
de mi alma al añorarte entre mis sábanas mojadas
cada vez que no duermes junto a mí en mi alcoba.

Eres el verso embriagado convertido en persona,
el aliento refrescante sobre un escenario diáfano
donde impera soledad, desengaño, putadas diarias,
rencor amoroso y alcohol, mucho alcohol.

Y yo soy el poeta nocturno que se bebe la vida a diario,
cargando sobre sus hombros mil mochilas de nostalgia
agujereadas por donde se iban a la mierda las
caricias y los besos que regalé en el pasado.

Pero por estas cosas de las matemáticas que me enseñaron
de pequeño, junto a una serie de tonterías y sandeces
a las que nunca hice realmente caso, recordé la
fórmula anhelante cuyo resultado me llevaba al cobijo

de tus abrazos y sonrisas legales, donde no importa
tanto el resultado de mis poemas escritos con absenta,
como el saberme enamorado de nuevo en una historia
de esas que se sueñan despierto en plena resaca.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

BUENAS NOCHES, SRTA. DAÑOBEITIA (la musa del sueño)


A mi Pepito Grillo con dos tetas
y un metro setenta:

Happy happy” porque te vas
de crucero por las islas griegas,
voz de mi conciencia
a golpe de cerveza,

verdadera confesión en
un tragaluz casi desierto
ante tu poeta cabaretero,
musa del artista sincero

que te pedía ese momento
de gloria anhelado por los
mortales del mundo entero;

el tuyo en forma de verso,
de fotografía planificada para
desvelar la desnudez de un sentimiento;
tu imagen como acorde correcto

en un pentagrama de letras,
tu sonrisa como la clave para
continuar despierto en mi
universo de alegrías y penas,

y tu luz y tu hombro, capaces de
soportar las neuras que me van y me vienen
en este mundo que nosotros convertimos
en mierda por no hablar claro:

eres el tren que nunca se marcha de mi estación,
diez años anclado en el corazón del rapsoda
que escribe su mejor obra al amparo
de tus brazos tendidos, que me dicen,

sin palabras y mirando a los ojos,
te quiero, chiquitín. Te quiero

… Y buenas noches, srta. Dañobeitia

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

VOMITANDO VERSOS DE AMOR


Rasgueando una vieja guitarra, evocando una historia ya pasada,
con la cejilla puesta en el cuarto traste para el punteo
acústico, a modo de vieja caja de música que nos transporta
a otro mundo lejano más allá de un espejo en un desván.

Escuchando los latidos de un corazón capaz de dictar
las viejas cartas para los amantes lejanos, que se llaman
en la distancia de un colchón terapéutico capaz
de adaptarse a toda clase de posturas y miradas.

Reviviendo el calor de dos almas fundidas en una sola,
haciendo mil piruetas en un trapecio sin red,
aferrándose a los brazos del “te quiero” sabiendo
que no permitirá una dura caída hacia ningún lugar.

Porque el amor es un circo tremendo de muchas pistas,
donde la sonrisa se maquilla bajo la identidad de un viejo clown,
que despertará al sonar el gong de una actuación ideada
para emocionar más allá del aplauso y la ovación final.

Y yo aquí, vomitando versos de amor,
siguiendo al pie de la letra el dictado de mi viejo motor,
que me guía por senderos inciertos sin métrica ni forma
ni ganas de visitar al cardiólogo de turno.

Porque todo gira en torno a ese sentimiento, antaño perdido,
identidad certera de mi resaca de mañana de domingo
y del resto de la semana, que el vacío de mi cama
me recuerda haciendo concreta mi soledad.

Y yo aquí, retorciéndome de mil maneras,
haciendo un ovillo con las sábanas, creando literatura
con el recuerdo, expulsando los demonios del jardín
del nombre alejado y todo su cuerpo.

Y luego, tiraré de la cadena del papel en blanco,
y la tinta se irá a un viaje muy largo lejos de aquí,
del lugar donde me desespero cada noche en un intento
por crear algo parecido a poesía y relato corto.

Pero que nadie lo dude un instante…
si me encuentro mal, me meteré los dedos en la boca
para vomitar al abismo un verso nuevo que
hable de amor. De amor por...

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

EL BALLET DE LOS SOLDADOS RASOS


Un, dos, tres, al paso de la oca.
Tres lápidas más en la fosa común
de los soldados rasos que van a morir
por una patria madre que no los ama ni adora.

Pom, po-pom, po-pom,
así suenan los latidos del corazón
de esas otras madres que son las que
lloran la ausencia verdadera.

Un estandarte sobre un ataúd no es
suficiente paño de lágrimas para el
corazón desgarrado ante un himno
cruel en un solo de trompeta.

Y la verdadera pena no se consuela
con salvas de honor, ni con palmadas
del gobierno plañidero de turno con
semblante de campaña electoral

Sin novedad en el frente, mi capitán,
a través de senderos de gloria, mi coronel,
tiempo de amar y tiempo de morir, mi
querida madre que lees la última carta que te escribo.

Y mientras te la dicto, a ritmo de corazón
palpitante porque se acerca la hora del combate,
le saco brillo a la chapa que lleva mi nombre,
que sepan que no soy un soldado anónimo

sin patria ni bandera, engatusado por el desfile
de hermanos rasos en esta trinchera, donde nos
miramos a los ojos en silencio por no preguntarnos
a qué mierda servimos, que nos manda cargarnos

a quien traspase nuestra frontera, a quien usurpe
la vivienda, el lugar de nuestros juegos de infancia,
al hermano que vive en el territorio contrario, a quien
ose levantarnos la mano, la voz y la mirada.

No, madre…
Si he de servir a alguien, que sea a este corazón
mío que aboga por la paz y el sentimiento,
por la paloma blanca del entendimiento,

por las lágrimas sinceras y honestas tras
consultar con la palabra antes que con el
enfrentamiento, con esa mano tendida que
se ofrece sin pedir nada a cambio…

¿No lo veis?
El verdadero territorio se adentra en este
corazón grande donde cabemos todos
sin importar el dios de nuestras creencias,

el color de la papeleta antes de meterla en la urna,
la compañía de un amor que llena de orgullo
sin necesidad de un desfile de mil colores…
la sonrisa sincera de los niños

que no dicen nada, pero que lo dicen todo
con una rotundidad que deja a los adultos
sin argumentos para firmar guerras analfabetas
y partidarias en este mundo de color negro.

(silencio)

Un, dos, tres…
Y disparamos.
A ti por ser el enemigo.
A mí, en la nuca por abanderar la huelga
de rencores caídos.

Madre…
Enseguida te llevan la chapa con mi nombre,
la bandera bien doblada y planchada,
el himno del adiós dolorido…

y este hijo que te besará por las noches
en un mundo de sueños, donde el verso
se escribe en una caricia certera en tu
frente ajada y marchita.

Una caricia certera, sí.
Más certera que cualquiera de las balas
que disparan los fusiles cobardes del
estruendo y la mentira.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

SACAME DE AQUI


Luces tenues alumbrando
mi callejón, el de los espejos
deformados de este rincón
oscuro en el que me enclaustraron
con voto de silencio.

Mudo ante los combates constantes
a los que me retaron dejándome exhausto,
vencido, sin fuerzas ni ganas por continuar
en este sendero carente de alma y sentido,
de una mirada ardiente que acierte
al convertirse en mi cómplice a la hora
de hacerme sentir vivo.

Sácame de aquí con tu luz cegadora,
con esa mano tendida convertida
en el deseo de huída hacia tus abrazos,
pronunciando tu nombre junto al mío
hacia la meta de ese horizonte donde
resucitan los amores perdidos.

Alúmbrame, sí. Conviértete en la brújula
que necesito para dejar de ser tu sombra
y sí una parte esencial de tu cuerpo.

Sácame de este callejón oscuro
en el que habito, torturado por
los golpes del destino y los besos
que nunca me dieron.

Sácame de aquí,
de la pesadilla de mi sueño.

Te necesito.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

LAS PUTAS TAMBIEN BAILAN RITMOS LENTOS


Mañana recién inaugurada en la calle Montera,
un cafelito con porras para calmar el trasiego
corporal de la noche pasada, un par de medias nuevas
para vestir esas dos piernas cansadas de tanto estar de pie.

Frente a los viejos cines, estatuas humanas que aguardan
en silencio el insulto de las vecinas, las miradas de los turistas,
los guiños cómplices de los policías que vigilan el decoro
del asfalto madrileño antes de llegar a la Puerta del Sol.

Una abuela que lleva a su nieto a la escuela, pasando
por una de las esquinas para visitar a la madre que trabaja
de luz a luz para llevar un sueldo a casa, un “buenos días,
cielo, haz caso a lo que diga la tata, mi amor
”.

Un par de besos que no cuestan dinero, que no son
negociables a cambio de la bajada de sostén que desvelen
dos tetas de poco más de veinte años, con acento
a una Europa oriental cada día más cercana.

Irina, Bianca, Narcia, Dana… morenas, rubias, altas, bajas,
jóvenes casi niñas, ninfas con cara de hada y
cuerpo de ángel caído en desgracia en mitad
del parque El Retiro, mil veces inmortalizado.

Y silencio en todas ellas, común denominador en semblantes
que desvelan que se acuerdan del baile de la comba,
de los juegos en el patio de su ciudad ruinosa por la guerra
y la pericia estúpida y analfabeta de su gobierno.

Putas que bailan ritmos lentos, baladas con sus cuerpos,
un susurro desde lo profundo de sus adentros,
una mirada que desarma al más pintado, al más ruin
de los soldados rasos del negocio del amor.

Y esos ojos que ven a su niño camino de la escuela,
y el juego de pavo real con su bolso de piel sintética,
y el sonido de unos tacones desiertos de alma
que la llevarán, tras un duro día de trabajo,

a amanecer en una habitación de la pensión
Desengaño en Cueros” de la señora Patrocinio,
por poco dinero, más bien escaso placer…
y un nudo en el corazón del deseo y el sentimiento.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

RECONCILIACION


Debo reconocer con vergüenza y humildad
que en una mala noche de mi vida, en un fatal minuto
de calentón inoportuno e irresponsable,
le puse los cuernos a mi querida mano derecha del alma.

Me fui con la izquierda tras la última copa,
y con el tiempo intenté hacerme amigo de ella
más allá de los minutos fogosos entre unas sabanas
sorprendidas por la infidelidad de mi cuerpo.

Deseé con todas mis fuerzas ser su media naranja,
tal había sido la cautividad que me tenía preso,
y los dos paseábamos mucho por la ciudad,
íbamos juntos al cine, compartíamos pizzas
en el Sal y Pimienta… y charlábamos
interminablemente a la luz de la luna.

Pero la historia no cuajó, hubo algo que falló,
inexplicable a todas luces… Fue en una
fracción de segundo, a lo largo de un silencio
prolongado. Qué sé yo qué pudo ocurrir entre los dos.

El caso es que con el tiempo me reconcilié con mi
mano derecha; la mano que mejor me conocía
regresaba a mí convertida en la amante solícita que siempre
permanece a la espera de su amor eterno.

Y volvimos a reír juntos como si nada hubiera pasado.
Y en las noches de largo insomnio, mientras contemplo
a la luna a través de mi ventana, me levanto y me fumo
un petas sin hacer ruido para no despertarla.

Y qué razón tenía el poeta, pienso tras dar una
calada tras otra, mientras la contemplo profundamente
dormida con una sonrisa dibujada en su rostro.

El primer amor, es el que nunca se olvida.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

EL RINCON DE LA FANTASIA


Queridos ángeles:

Transportadme hacia vuestro rincón
de la fantasía siguiendo las huellas
de un sueño a través de unos versos,

dejándome arrastrar por vuestras alas
hacia esa fantasía de un mundo de amor.
Yo me adentraré en vuestro mundo,

en ese rincón de la fantasía…
con la esperanza de que tú
habites en él

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

SEÑORITA METRO Y MEDIO


Te convirtieron en escaparate de miradas y paseos
en el centro de una gran ciudad,
sin rechistar ni protestar apenas, y sin
censurar la pretensión de un autor loco.

Una historia de amor que supo a poco,
un molde en fotografía y escayola
para transformarte en estatua silente
en un color cobre con brotes de nostalgia.

Cruce de expresiones en un estudio abuhardillado,
sonrisas tenues para moldear a la señorita
metro y medio con tu rostro y tu cuerpo
en una pose de evocación y magia.

Modelo y artista, un cincel como instrumento
para moldear la perfección de tu mirada,
calando hasta el infinito la sensación de
calidez de toda tu esencia y aroma.

Y el día del estreno, entre el fondo de la gente,
asentiste de manera triste al haberte despojado
de tu persona física para convertirte en aurora
de poetas y bohemios callejeros,

adentrándose todos ellos en el boulevard donde
te colocaron como estatua, para llorar sus amores
rotos en forma de versos o escritos malditos,
naufragando en un callejón de besos perdidos…

Incluido tu creador y artífice, ahogado en
una melodía de piano en un cabaret donde
añora la flor de las musas y el arte, tu nombre
de mujer perdida, que al besarte en el vacío de su alma

se jura a sí mismo el encontrarte entre las calles
de esa gran ciudad, donde te colocaron como modelo
de artistas que añoran, como tu mentor, el silencio de una historia
en una noche oscura a la luz de las velas de su inspiración.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

LA DANZA DE LOS ANGELES NEGROS


Oigo mil lamentos en la columna de la noche,
alas desplegadas de color negro en unos ojos
agazapados bajo pintura oscura que camufla
identidad, alma, corazón y sentimiento.

Oigo un coro crepuscular entre la luz de las estrellas,
rayos de luz embriagadora que se aferran a mi cuerpo,
que me transportan en una danza macabra
entre los jueces del destino y los pobres mortales.

Llegan a mí como el aullido de un lobo solitario,
transportados en mil imágenes sombrías, en un zoom
alocado y siniestro, sin tiempo a detenerme en cada gesto,
en cada uno de los timbres de su voz oscura.

¿Qué queréis, ángeles de la conciencia?
¿Que me aleje del recuerdo de lo vivido y sentido?
¿Que desaparezca entre vuestros brazos al mundo del olvido?
Sabed que fui libre y amé sin motivo ni condición.

Asaltáis mi noche, os adentráis en mi nombre y mi sueño,
rasgáis sin piedad alguna cada palmo de mi corazón
como aves de rapiña, igual que buitres carroñeros
que se alzan sobre los restos del mausoleo al amor.

Dejadme musitar mi triste historia entre las sábanas etílicas
y alcoholizadas del recuerdo, que es el mío,
lo único que me queda fluyendo entre las venas de la vida
y el vértice de los aromas de su cuerpo.

Dejadme ser paloma entre vuestras manos,
alzar mi vuelo lejos de la pretensión de vuestro empeño,
de las cadenas del olvido entre vuestras alas negras
a modo de gruesa cadena perpetua en una prisión federal.

Ángeles negros y oscuros sin el recuerdo de un beso,
seguid graznando en vuestros despachos ovales,
lejos, muy lejos de las nubes que sostienen el mundo
del sueño que alimento con mis versos.

Encadenaos a vuestras columnas y sufrid la flagelación
del fracaso, y dad la espalda a vuestro Oráculo siniestro.
Sufridlo, sí, ya que naufragasteis en el empeño de hacerme
olvidar que amé y que fui ave sincera en el mundo del amor
.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

TOMARSE LA ULTIMA COPA


El cartel de la Sociedad Protectora de Fumadores
albergó aquella conversación de madrugada,
al ritmo de una cajetilla medio vacía, cuatro botellines
de cerveza y muchas ganas por mirarnos y hablarnos.

Tú anunciaste que dejarías de creer en todo aquello
que no fueran hadas, elfos y duendes, y que
ansiabas encontrarte con un unicornio para solicitarle
un deseo, una utopía: un mundo mejor para ti.

Y yo te escuchaba en silencio, afirmando mientras
observaba tu propósito de volar alrededor del mundo
en forma de mariposa, como reza la leyenda de la
camiseta que llevabas puesta aquella noche embriagadora.

En silencio, sí, porque en aquel momento sólo
era una patética versión reducida de mí mismo
para dejar lo mejor de mi artillería para cuando
escribiera mis nuevos versos…

Y recordando las palabras del poeta, escritas
en tinta de color vida y sueño, “las luces olvidadas
amanecen al abrigo de nuestras ilusiones
”, concluí
que con un "basta" no se arreglaba nada.

Te invitaría a tomar la última en casa,
aún me quedan en la nevera dos botellines
más de cerveza, música envolvente y una cama
con sábanas limpias.

Y, por supuesto, aún conservo esa pequeña
alcoba de mi corazón que tú convertiste
en hotel cinco estrellas y que no le alquilo a
nadie que no seas tú.

Déjame tocar el timbre de la recepción,
no habrá botones que suba nuestro equipaje,
lo llevamos puesto para una sola noche de amor
al amparo de mil besos y el recuerdo.


(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

NANA ANTES DE DORMIR


Las cuatro esquinitas que albergan mi sueño
son cobijadas por el ángel del amor,
por el consuelo a modo de susurro reconfortante
de una mirada directa al corazón.

Los brazos robustos de su sonrisa
llegan a mecerme suavemente ante las posibles
pesadillas que las tormentas del pasado
puedan tentar al guardián de mi viaje astral.

Las luces de su estrella, el calor de su mirada,
de su voz solemne y firme sorteando
los rayos, la tempestad, el rencor, la maldad…
Despertando superhéroe de los tebeos de mi infancia.

Y el viaje nocturno entre algodones y a través de raíles
realizados de migas de pan, me ayudan a encontrar
un sendero de calma y de paz, de amigable sentimiento
en un mundo entero que habla la misma lengua.

Una góndola veneciana, un aria de ópera,
bañarme en la playa con Tadzio y su cuerpo,
aferrarme a lo profundo de sus adentros y morir
en un beso profundo a la luz de la luna.

Ese es mi sueño, mi metáfora ardiente y latente
en esta cuna de madera que no es otra cosa que eso
llamado vida, desde la infancia de la inexperiencia
hasta esa mal denominada madurez sentimental.

Sentir un beso en la frente, revivirme en una caricia
de abuela, despertar del sueño transformado
en un halo de luz que refleje una sombra chinesca
en forma de corazón negro. Y más cosas…

Por ejemplo, que al alba estés a mi lado,
que ese ángel de amor se llame como tú,
y que tus labios musiten la balada perfecta
para, al confundirme con tu cuerpo de nuevo,
esa nana susurrada nos embriague para
no alejarnos jamás del calor de una mirada.

La nuestra en esta historia de amor.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

QUE TONTOS QUE FUIMOS


Las siluetas troqueladas del recuerdo
ya están lista para salir a escena,
cogiditas de la mano, mirándose a los ojos,
y con el guión bien aprendido.

Las frases de cada uno
se subrayan en distintos colores
sobre el papel, escrito a modo de tortura
por el creador de una loca historia de amor.

Pero todo parece olvidarse, ignorarse en ese
horizonte diseñado tras la borrachera de unos
sentimientos, mezclados con licor añejo y tres piedras
de rencor oculto con sabor a olvido.

Qué tontos que fuimos es el título
del libro de cabecera junto a la lámpara,
el pastillero de las hierbas con olor a monguis
y la fotografía realizada una tarde de domingo.

Y las frases estúpidas de compromiso
se diluyen en la orilla de una playa,
ya que no sirven de nada cuando el nudo en la garganta
aprisiona el alma de los malditos enamorados que se
recuerdan en la penumbra de la noche, en el onanismo

que ya no es vicio sino evocación de derroche,
de volver a tenerse frente a frente,
teniendo en la punta de la lengua ese beso de amor
que no se sabe dar a estas alturas de la película.

Pero qué tontos, cariño, qué rematadamente tontos
que fuimos al separar nuestros cuerpos de la
compenetración física de nuestras almas.

Y es que el día que reviente mi cabeza-centrifugadora,
pobre del que esté cerca, ya que recogerá
retazos de vida, poemas y boleros al estilo Chavela.

Y no pidas que lo explique en pocos versos,
ya que estos serán tan inmensos como el recuerdo
de un aroma a ternura revolucionaria por volver a tenerte dentro.

… Muy dentro de mi alma.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

VOLVER


Me hablaron de la tierra prometida,
de luces azul celeste,
de brazos acogedores y
de miradas que asienten.

Me habían explicado que
las historias de amor siempre acaban bien,
y que el sepia es un color antiguo
reservado para una foto familiar de fin de siglo.

Pero los libros homologados de la ciencia impuesta
no dan respuesta a lo que hay tras los puntos suspensivos,
ni nos cuentan el por qué decir te quiero es tan
complicado en este mundo de palabras calladas.

Y aquí sigo, buscando respuestas,
volviendo al origen de un punto de partida
que empujaba hacia el epicentro de un dolor amargo.
Y volver, volver, volver…
A veces sin saber para qué,
despertando de un sueño terrible en mitad de la noche.

Me habías confundido con el sabor de tus labios,
con la sencillez de una sonrisa,
con la luminosidad ardiente de una mirada
capaz de decirlo todo con casi nada.

Habías logrado que creyera sin verte,
sin profundizar en un silencio eterno
desde el territorio inhóspito de nuestras
sábanas impregnadas del elixir del amor.

Pero la ausencia del calor hace que
refugie mi rostro de las miradas del resto de la gente,
como si fuera de un color distinto con olor
a Tercer Mundo aún sin civilizar.

Y aquí sigo, buscando respuestas,
volviendo al origen del porqué existe el rechazo
a culminar un sentimiento en plena primavera.
Y volver, volver, volver…
a veces sin saber para qué,
despertando de un sueño terrible en mitad de la noche.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

SEGUIRE SURCANDO MADRID


El sex-shop de la
planta baja de mi apartamento
invita a un negocio de
amores escondidos en una cabina.

En mi pequeña cocina
preparo desayuno para uno solo,
pero friego dos tazas, dos cucharas,
duermo en un rincón de la cama
pero acomodo tu parte de la almohada.

Al echar la basura en el
contenedor de la calle,
miro de reojo el mercado del amor
mientras surco tu recuerdo
por todo Madrid, mientras
escribo nuevos versos.

Mientras las parejas caminan de la mano,
la Cibeles me acoge de nuevo,
la Plaza Mayor me invita a pasearla,
los rincones castizos me sonríen
a golpe de cafelito con porras,
y la Gran Vía, esa poderosa Gran Vía
multicultural, sin etiquetas ni sonrisas nerviosas,
Gran Vía multisexual,
me convida a todo un despliegue cosmopolita
mientras cierran uno a uno todos sus cines.

Y de regreso a mi apartamento,
tras apagar las últimas velas
en La Troje, enumero todas
las promesas incumplidas en este billete de ida:

. Se vino conmigo el anillo de “El baile del otoño”.
. Me acordé en cada sorbo del elixir
etílico producido por el abandono.
. Volví a llorarte en la noche madrileña,
por sus rincones, sus excesos, sus quimeras…

Y llego a la conclusión de que
esas promesas rotas son el nombre
de cada uno de los remos que utilizo
para conducirme en esta nave del olvido.

Un olvido con resquemor a nostalgia
a deseo de regreso,
a volver a verte aunque me quede
quieto y preso en mi mesa de “El bolero”.

Un olvido al escribir de nuevo
unos versos que han de ser sueño
en este cabaret lejano y distante
que, de nuevo, lleva nombre de mirada.

Y una mirada sin retorno
al fondo de mis pensamientos.

Mientras, seguiré surcando Madrid…
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

ADICTO AL ESPIDIFEN


Un poema social sobre algo común a todos los mortales:
si te duele la cabeza, te tomas un espidifen;
si es dolor de muelas lo que te preocupa,
esa mano de santo que es el polvo blanco bien
diluido en un vaso de cristal, que hasta los medicamentos
tienen su clase, te hará olvidar tal dolencia;
si por el contrario es dolor menstrual, quizá
también lo cure. Yo no tengo experiencia en ese ramo;
y así, para todo tipo de males, no se olviden del
espidifen. Tenerlo bien a mano, en la cartera, en el
interior del bolso, bajo las sábanas de la cama,
junto a los condones o lubricantes o entre
los cadáveres que se puedan guardar en el fondo
de armario. Que cada uno tiene lo suyo en casa.

Pero ¡ay, amigo! si lo que te atormenta es el peor
de los males conocidos, comúnmente llamado desamor,
para eso no hay pastilla ni sobre de espidifen que lo cure.
Y es que si los ojos de los amantes lloraran al
mismo tiempo, al unísono y a la misma hora,
se evitaría la dolencia y las noches sin dormir.

Yo intenté curarlo a puro huevo y solo, porque no
quería ni olvidarte ni perderte…
Ahora te toca pasarlo a ti… si puedes.
A mí me tocó llorar a las cinco de la madrugada.
Ahora que son las tres de la tarde y no echan nada
en la tele que te pueda distraer, intenta diluirte
un sobre de espidifen para pasar el mal trago.

Y ojalá lo cures, querida mía.
Le darás la razón a los boticarios, científicos,
y demás personal de laboratorios médicos.
Le darás la razón a ellos, a todos ellos…
menos a mi corazón, que era quien mejor te conocía
quedándose solo naufragando en el agua
de otro tipo de vaso de cristal:
el más frágil de todos.
Aquél del que están hechas las historias de amor.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008

EL CABARET DE LOS SUEÑOS


La puerta entreabierta da paso a una nueva subida del telón,
tras una huída, una toalla rendida, un beso furtivo a mi Apocalipsis,
olvidarme del dolor, con el resquemor que eso produce,
pero soñar aunque sea despierto. Sobre todo, soñar.

Un escenario nuevo, con los versos que yacen bajo mi chistera,
bajo esa máscara de color plata que utilizará algún personaje,
con la música que llega a mis oídos en un solo de guitarra
que se transforma en la balada del poeta errante del pasado.

Sentarme en El Bolero a escuchar historias tristes,
leyendas urbanas sobre amores perdidos que se hacen realidad,
y una, dos, tres, infinitas cervezas con aroma a porro urbano
cuyo humo queda devorado por una metáfora de soledad eterna.

Y verte de nuevo por espacio de unos segundos
a través de la puerta sin cerrar de mi cabaret de sueños,
tú paseando a tu Robin con la mirada perdida en algún punto
del recuerdo de la historia que se muere en nuestra distancia…

Pero seguir soñando es mi nuevo empeño,
y disfrutar con lo que mejor sé hacer,
que es escribir, pretender llegar al corazón de quienes me leen
contando historias cercanas que devoraron, antaño, al creador
de unos versos nocturnos a la luz del crepúsculo.

Y seguiré soñando contando historias nuevas
en un absurdo empeño por que no se me despierte nunca.
Porque quisiera abrir los ojos y verte en mi regazo, escuchando
atenta lo que te musito al oído, con tu perrillo en tu brazos.

Pero eso no sucederá, pequeña, por ese otro tétrico
toque de armónica que aparece en las baladas tristes de los poetas,
que nos llevan a lugares distintos donde las nubes amortiguan
el dolor del pasado y la angustia del desamor.

Por eso abro este cabaret de sueños,
escrito con el aroma de los potentes somníferos que logran
que la quimera surque mi noche al ritmo del tic tac
de tus pasos al acercarse de nuevo a mi corazón para siempre.

Y una última posdata como felpudo de bienvenida:
qué bonito es soñar, aunque sea despierto o escribiendo
poemas como el que abre mi nuevo universo literario
amparado en el recuerdo de unas siglas - T Q M.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008