La jarra de cerveza suda
desengaños que caen hasta
llegar al madero viejo de la barra del bar,
viejo por las historias acumuladas,
por los tics repetidos,
por los violoncelos desafinados.
El dedo apenas se levanta
para alcanzar la altura requerida
de la atención del barman,
y el temblor del alcohol
posee papeles legales
y nadie osará arrancarlo de esta tierra.
Los cimientos del cuerpo
se tambalean como una flor marchita,
como una campana en su reinado,
tañendo adagios con sabor amargo,
surcando la piel ajada, dando
relieve al nudo en la garganta...
Nadie te hace caso, viejo poeta,
viejo por acumular versos,
estantes llenos, sábanas vacías.
Sí, anciano trovador,
hace frío en esta madrugada,
humedad sin piedad ni olvido
que te sigue con su guadaña,
con el filo del fracaso escénico,
con el epitafio de una obra imposible.
Silueta troquelada en un horizonte
de luces y sonidos, de músicas
que envuelven la resaca...
al tiempo que pides otra copa
que pagarás con tus escritos
empapados de vida y sentimiento.
Precio alto...
Como el de mi espera,
viejo maestro.
(c) ISIDRO R. AYESTARÁN, 2010
fotografía: SOLEDAD BEZANILLA