aquel que recitaría en la noche
refugiándome en tu regazo,
fundido a tu cuerpo.
Aún miro el folio en blanco
que anhela, silente, el
baile de mis dedos, deslizantes
sobre mis sueños.
Trémulo el deseo,
viva aún la qimera,
pero frío el recuerdo de un beso.
Lejano cuerpo entre mis sábanas,
soledad de letras aún no escritas,
musitadas, apagadas en su espera.
(c) Isidro R. Ayestarán
De cuando quise acariciar el cielo con mis propias manos.