Las siluetas troqueladas del recuerdo
ya están lista para salir a escena,
cogiditas de la mano, mirándose a los ojos,
y con el guión bien aprendido.
Las frases de cada uno
se subrayan en distintos colores
sobre el papel, escrito a modo de tortura
por el creador de una loca historia de amor.
Pero todo parece olvidarse, ignorarse en ese
horizonte diseñado tras la borrachera de unos
sentimientos, mezclados con licor añejo y tres piedras
de rencor oculto con sabor a olvido.
Qué tontos que fuimos es el título
del libro de cabecera junto a la lámpara,
el pastillero de las hierbas con olor a monguis
y la fotografía realizada una tarde de domingo.
Y las frases estúpidas de compromiso
se diluyen en la orilla de una playa,
ya que no sirven de nada cuando el nudo en la garganta
aprisiona el alma de los malditos enamorados que se
recuerdan en la penumbra de la noche, en el onanismo
que ya no es vicio sino evocación de derroche,
de volver a tenerse frente a frente,
teniendo en la punta de la lengua ese beso de amor
que no se sabe dar a estas alturas de la película.
Pero qué tontos, cariño, qué rematadamente tontos
que fuimos al separar nuestros cuerpos de la
compenetración física de nuestras almas.
Y es que el día que reviente mi cabeza-centrifugadora,
pobre del que esté cerca, ya que recogerá
retazos de vida, poemas y boleros al estilo Chavela.
Y no pidas que lo explique en pocos versos,
ya que estos serán tan inmensos como el recuerdo
de un aroma a ternura revolucionaria por volver a tenerte dentro.
… Muy dentro de mi alma.
ya están lista para salir a escena,
cogiditas de la mano, mirándose a los ojos,
y con el guión bien aprendido.
Las frases de cada uno
se subrayan en distintos colores
sobre el papel, escrito a modo de tortura
por el creador de una loca historia de amor.
Pero todo parece olvidarse, ignorarse en ese
horizonte diseñado tras la borrachera de unos
sentimientos, mezclados con licor añejo y tres piedras
de rencor oculto con sabor a olvido.
Qué tontos que fuimos es el título
del libro de cabecera junto a la lámpara,
el pastillero de las hierbas con olor a monguis
y la fotografía realizada una tarde de domingo.
Y las frases estúpidas de compromiso
se diluyen en la orilla de una playa,
ya que no sirven de nada cuando el nudo en la garganta
aprisiona el alma de los malditos enamorados que se
recuerdan en la penumbra de la noche, en el onanismo
que ya no es vicio sino evocación de derroche,
de volver a tenerse frente a frente,
teniendo en la punta de la lengua ese beso de amor
que no se sabe dar a estas alturas de la película.
Pero qué tontos, cariño, qué rematadamente tontos
que fuimos al separar nuestros cuerpos de la
compenetración física de nuestras almas.
Y es que el día que reviente mi cabeza-centrifugadora,
pobre del que esté cerca, ya que recogerá
retazos de vida, poemas y boleros al estilo Chavela.
Y no pidas que lo explique en pocos versos,
ya que estos serán tan inmensos como el recuerdo
de un aroma a ternura revolucionaria por volver a tenerte dentro.
… Muy dentro de mi alma.
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008