EL CABARET DEL VERSO
ISIDRO R. AYESTARÁN

(c) 2008 - 2020

Abandonado en la puerta de un camerino en un destartalado cabaret, fue educado por siete cómicos de la legua en las más variadas artes escénicas entre libretos teatrales, plumas de vedette, pelucas, tacones de aguja, luces de neón, cuplés, coplas, boleros, marionetas, carromatos, asfalto y un sinfín de desventuras que acabaron por convertirlo en un pseudo-escritor de relatos y poemas que recita por escenarios de más que dudosa reputación junto a los espíritus de Marlene Dietrich, Bette Davis y Sara Montiel, quienes lo acompañan desde niño en sus constantes viajes a ninguna parte.

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del titular del "Copyright", bajo las sanciones establecidas en la Ley de Propiedad Intelectual, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático.

¡¡A ESCENA!!


Noche de estreno,
de Opening Night a lo Cassavetes,
y las cervezas se amontonan
a lo largo de una barra de bar
descrita en verso alejandrino.

Ha sido un mal día, en el que
el público ha preferido quedarse
en la terraza preveraniega,
contándose sus cosas sin prisa
en esta tarde de domingo.

"Estas cosas curten, dan tablas",
me dijo un día J.C., pero no llego
a acostumbrarme a esta decadencia,
esta ausencia del respaldo añejo
con ron de botellón sin perfumar.

Viajo solo, ligero de equipaje,
nunca me gustaron los reproches
ni cantar las verdades a la cara.
Allá cada uno...
Pero las reglas de tres dan un saldo
inquebrantable en el visor de mi calculadora,
las cuentas no salen, los amigos restan,
y la brecha de mi hatillo cada vez
multiplica más la resaca amarga
tras la bebida emborrachadora
del olvido.

- ¡¡Cinco minutos y a escena!!
Sin música, sin voz, con los ojos pintados
de un negro aturdido por las noches
de tos y sueños rotos,
chasqueando los dedos como un chulo
del Bronx, pero con pose a lo Sal Mineo.

Y una vez arriba, ante el atril
de las piernas decadentes del Bukowski,
con esas medias deshilachadas y
vértice por adivinar, musito;
"Muñeca, qué mal nos trata la poesía".

Yo, por lo menos, me cambiaré
de calcetines en esta mañana de lunes,
aunque la colonia del verso
no se evapora, se impregna
en la piel, se mete tan adentro
que el algodón desmaquillador
no logra su efecto.

-¡¡Cinco minutos y a escena!!
- Ponme otra cerveza.

Últimamente es lo único que adorna
mi ronca voz, donde aún resuena el eco
de aquellos "te quiero" arrojados
en algún momento de inspiración.

Sí. Estas cosas curten, dan tablas.
Y sí. Otra vez más,
recito ligero de equipaje.

Madrid - abrl 2010