EL CABARET DEL VERSO
ISIDRO R. AYESTARÁN

(c) 2008 - 2020

Abandonado en la puerta de un camerino en un destartalado cabaret, fue educado por siete cómicos de la legua en las más variadas artes escénicas entre libretos teatrales, plumas de vedette, pelucas, tacones de aguja, luces de neón, cuplés, coplas, boleros, marionetas, carromatos, asfalto y un sinfín de desventuras que acabaron por convertirlo en un pseudo-escritor de relatos y poemas que recita por escenarios de más que dudosa reputación junto a los espíritus de Marlene Dietrich, Bette Davis y Sara Montiel, quienes lo acompañan desde niño en sus constantes viajes a ninguna parte.

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REQUIEM, el texto de la obra


Suenan los compases de "Candilejas", de Charles Chaplin.
El decorado presenta el escenario de un Café un tanto desolado, de estética atemporal aunque inspirado en el Art-Decó años veinte y, sobre todo, en "El ángel azul" de von Sternberg, con alguna mesa de tablero de mármol desperdigada y sin orden, sillas de madera sobre ellas y una o dos tiradas por el suelo. Además, como decoración, hay varios bustos con chisteras sobre tarimas, boas de plumas arrojadas por el suelo y, en el fondo, pero de manera destacada, se ve un atril adornado con telas blancas y una máscara de color plata en el centro.

Vemos aparecer al poeta protagonista, bastante ebrio y riéndose escandalosamente, vestido completamente de negro, con un abrigo y un fular torpemente colocado sobre los hombros. En una de sus manos lleva un bastón y una maleta de la que sobresalen telas y algún papel. En la otra, lleva agarrada una botella de vino, por la mitad de su capacidad. Camina torpemente por todo el escenario, al compás de la melodía chapliniana, cambiando de mano los elementos que lleva, dando sorbos de la botella, haciendo notar que le molestan, tanto la maleta como el bastón, intentando desembarazarse de ellos hasta que lo consigue, arrojándolos al suelo, chitándoles por el estruendo provocado por el ruido al caer. Luego, mientras baila sobre sí mismo, da un largo sorbo a la botella al tiempo que se retira el fular, que se desliza por el abrigo hasta caer al suelo.

La música cesa.

Sólo se oye al protagonista, que comienza hablando de manera enérgica.


POETA

¡¡Brindo... por tantas noches de gloria!! ¡¡... Por tantas noches de aplausos del público que llenaba el teatro cada noche!! ¡¡... Por tantas...!!


Se queda pensativo, da un trago a la botella y comienza a andar por el escenario, torpemente. Así, se mantiene unos segundos antes de hablarle a la botella, con voz marcadamente ebria.


POETA

Ayer al Baudelaire no se presentó ni Dios... (se pone amargo y con la voz en un punto quebrada) En la que iba a ser mi gran noche de estreno, sólo se amontonaron ante mí copas y copas de vino... El público prefirió quedarse en la terraza del bar, contándose sin prisa sus cosas. No les culpo... (lanza una sonora pedorreta y rompe a reír). Para ellos, tan sólo he sido el cabaretero de la chistera y el bastón que hace siempre lo mismo por mucho que cambie el título a sus obras... "Estas cosas curten, dan tablas", me dijo un día no sé quién. Pero yo no me acostumbro a la ausencia del respaldo... a toda esta decadencia.


Torpemente, se deja caer sobre una silla, como un muñeco de trapo. Da otro sorbo a la botella y continúa con su discurso.


POETA

Nunca me gustaron los reproches ni cantar las verdades a la cara a nadie... Allá cada uno. Pero las cuentas no salen, los amigos restan... y el agujero de mi maleta multiplica cada día más la resaca amarga tras la bebida emborrachadora del olvido... (se coloca las manos en la boca, como si estuviera hablando por un micrófono) ¡¡¡Cinco minutos y a escena!!!, decía el gerente del Baudelaire anoche... (pensativo y amargo) Sin música, sin voz... y con los ojos pintados tan de negro que tiraba para atrás... unos ojos aturdidos por tantas noches de sueños rotos... (se levanta decidido hacia el atril, y cambia el tono de voz) ¡¡Pero salí a escena!! ¡¡Y me coloqué ante mi atril de piernas decadentes, medias deshilachadas y vértice por adivinar!!... (cambia otra vez el tono, a uno más divertido por la borrachera)... Y unas cuantas copas de vino encima... Y una vez allí arriba, lo único que pude decir fue "Ay, muñeca... cómo te trata de mal el mundo de la poesía... Yo, por lo menos, me cambiaré de calcetines mañana a primera hora"... (adopta un tono amargo) Pero la colonia del verso no se evapora, se impregna en la piel, se mete tan adentro, que el algodón desmaquillador no logra su efecto.


Pensativo durante unos segundos, da un sorbo largo antes de hablar, como ido y burlón en un principio, alzando la botella a modo de brindis.

POETA

¡¡Cinco minutos y a escena!!... (como volviendo de un sueño, con voz entrecortada)
Con lo único que adorna últimamente mi ronca voz, donde aún resuena el eco de aquel "te quiero" que debí haber arrojado en algún momento de inspiración... (reflexivo) Y sí, estas cosas curten, dan tablas... Y cada día que pasa, recito más ligero de equipaje. (Posa la botella y se dirige hacia el atril mientras se va quitando torpemente el abrigo) Pero ya que están ustedes aquí esta noche... que no se diga.

Comienza a oírse de fondo un tema crepuscular, el "Silence" de Hans Zimmer, que sirve para acentuar el tono de voz del protagonista.
Parece que va a ponerse a recitar, revisando cada folio de manera nerviosa, negando contundentemente con la cabeza, pero en el último segundo les deja caer al suelo, como si fueran hojas secas, mostrándose más deshecho por segundos.
Su voz, entonces, se hace más oscura y sin fuerza.

POETA
Pero si no puedo... Ni sé las horas que llevo vagando por las calles de la ciudad, buscando esa meta certera para este patético personaje que inventé hace tiempo... Ya sin ilusiones ni sueños, como esa gente que pasa por la vida sin saber a qué huele un camerino cinco minutos antes de salir a escena. El mío, desde hace horas, huele a poesía, a verso hilvanado con el corazón destrozado, al ritmo de ese tic tac demoledor que se te clava en lo más profundo del alma hasta que te es imposible decir "basta"... Silencio... El poeta quiere dormir, conducirse a través del sendero de nubes que lo acunaban antaño... (mira hacia su atril, decorado de manera desolada) Hubo noches en que mi atril lucía mejor aspecto, las telas se renovaban cada cierto tiempo e, incluso, diseñaba coreografías para mis versos... (alzando los brazos de manera muy expresiva) ¡¡El Maestro de Ceremonias me llamaban!!

La música cesa.
Poco a poco, baja los brazos al tiempo que desciende también el tono de voz.

POETA
Pero todo ha terminado... Todo ha terminado... El teatro ha muerto en el más absoluto de los silencios, bajo la indiferencia más acentuada... Bajo ese aplauso que no tiene vida ni proporciona calor alguno... El cabaret perdió su luz... las coristas, sus lentejuelas... ¿Y mis bailarinas? ¿Y la luz de mis focos? Hoy salgo a buscaros... (adelanta la mano como si los buscara realmente) Quiero encontraros... ¿Dónde estáis?... Silencio... ¡¡Que alguien apague esa música que me persigue desde hace horas!! (se coloca las manos en los oídos unos segundos, como si le estuvieran martirizando) Esa tétrica música de requiem que suena al recordar todo el cabaret al que di vida sobre el escenario... (con tono orgulloso) ¡¡Yo fui un gran artista!! ¡¡Y el público me aplaudía estruendosamente cada noche!! ¡¡Y éstas eran mis armas de caballería!! (se agacha para coger su maleta, qeu abre para ir sacando unas boas de plumas, una máscara de colores y una chistera un tanto ajada, al tiempo que va hablando) La contraluz de las bambalinas, la coreografía de una vida multicolor, la artificialidad para algo que pugnaba dentro de cada latido de mi corazón para que el público esbozara una sonrisa... lejos de las sonrisas mudas que nos rodean ahora... (se alza con la chistera y se la coloca lentamente) Cada noche levantaba el telón sobre este mundo de fieras...

Suenan los compases de "
Cabaret" de John Kander.
El poeta se transforma en Maestro de Ceremonias, desafinando los primeros compases por los efluvios del alcohol, al tiempo que recoge el bastón. Adopta entonces una postura cómica de verdadero maestro de ceremonias de la escena, jugueteando con su bastón, interactuando con el propio público y danzando por el escenario al ritmo de la música trepidante.

MAESTRO DE CEREMONIAS
¡¡Willkommen, bienvenue, welcome, bienvenidos!! ¡¡In cabaret, au cabaret, to cabaret, al cabaret!! ¡¡Meine damen und herren, mesdames et messieurs, ladies and gentlemen, señoras y señores!! ¡¡ Sean todos bienvenidos al Cabaret de los sueños, donde cada noche abrimos las puertas de la sala para hacer que se sientan como en su propia casa!! ¡¡El show que dura toda la noche!! ¡¡Bailarinas con lentejuelas danzarán ante todos ustedes!! ¡¡Actrices de mimo que, gracias al Hacedor, son mudas incluso una vez que ya se ha bajado el telón!! ¡¡Comparsas y cabareteras les harán compañía hasta que la cartera quede vacía - las tengo bien enseñadas -!! ¡¡Boas de plumas, luces de colores!! ¡¡Un espectáculo de los de antes, con la orquesta del Gran Torino a la cabeza, junto a su batuta certera sacada del Hollywood musical de los cincuenta!! ¡¡Levantamos el telón sobre este mundo de fieras!! ¡¡Dejen sus problemas en la puerta y olviden estos tiempos negros de conflictos y zancadillas!! (danza unos breves segundos con interactuación con el público) Hoy tengo las mesas llenas, con un público que no sabe muy bien a qué ha venido esta noche ni qué dirección tomará el show durante los próximos minutos... MMMmmm, las coristas apuran sus últimos segundos en el camerino antes de su salida a escena... MMMmmm, la orquesta envuelve con su música cada rincón de este altar de flores... MMMmmm, les invito a que se adentren todos ustedes entre las notas locas de este pentagrama de versos y música que se llama Cabaret de los Sueños... ¡¡No querrán marcharse nunca!! (se arroja confeti sobre sí mismo, al tiempo que adopta un tono de voz más sombrío, como de lamento) Willkommen... Bienvenue... Welcome... Bienvenidos...

Cesa la música.
Como si volviera a su realidad, el Poeta se desprende de chistera y bastón al tiempo que la voz parece arrancar de un susurro doloroso, hasta que consigue hacerse audible.

POETA
En mi último espectáculo, la corista no salió a escena. Se refugió en su camerino, silenciosa, empapada de sentimiento y poesía por un amor que no le era correspondido... (su voz es un lamento de autoculpa) Ciego estúpido... No supe apreciar el significado de su mirada al bajar el telón. Para mí, lo único verdaderamente importante era la posibilidad de no recibir un aplauso al finalizar el show... el no tener purpurina con que maquillar las sonrisas de mentira. Ignoraba lo que era un sentimiento... lo que siente un corazón cuando está en silencio, y ése era su miedo, el terror que no supe apreciar en sus ojos... Cabaret absurdo... (alza la voz, que muere justo en la última frase) Inútil personaje que llorará entre bambalinas la ausencia de un "te quiero"... (anda ensimismado por el escenario hasta sentarse sobre la silla) Dicen que cuando el amor se desvanece, la poesía cae como una hoja en otoño, y el alma se convierte en una dama de negro que camina errante con su candelabro, con luz tenue, con su corazón apagado... (observa los folios que había arrojado anteriormente con tristeza y amargura) Mi alma surca ahora el océano de folios donde yacen las estrofas de los versos destruidos, a la deriva, ya sin destino... (se agacha hasta palpar cada folio, como si les hablase a ellos) ¿Quién quiere detenerse a escuchar al poeta que muere en cada uno de sus versos?... Los versos del poeta que te anhelará en cada uno de ellos, en cada fragmento de sus sueños... (se alza muy lentamente) ¿Dónde van las almas errantes? ¿En qué momento de la ovación debe bajar el telón deshilachado para alzarse de nuevo, dejando al descubierto a esta pobre marioneta del cruel destino? ¿En qué momento exacto de la noche expiró el Maestro de Ceremonias para convertirse en un poeta que cuenta su triste historia?

En ese momento suena el tema instrumental "The last man", de Clint Mansell, una música de requiem que acentúa el momento en que el poeta, ensimismado, va recogiendo aleatoriamente uno a uno los folios, hasta que, por sorpresa, se detiene en uno que comienza a leer en un susurro, dejando caer el resto.

POETA

(leyendo)
Camino con mi soledad por mil calles desiertas, con mis versos resquebrajados pensando que son nuestros corazones quienes van de mi mano. Humillo la mirada para que nadie me lea la tristeza en mis ojos, que nadie comprenda cuánto puede sufrir un sentimiento cuando no es correspondido, que se olvide para siempre lo que significa tener un amor lejano... tanto, que ni las voces de los más cercanos me distraen de tu distancia física y emocional. (se alza con el folio en la mano, ensimismado) Navego en silencio por mi mundo gris, imaginando que las olas que se me acercan son los impulsos de tu alma por volver de nuevo a mi lado, ilusionándome por sentirte cercano, emocionándome por sentir en tu mirada un amor certero al que nunca dejaré alejarse del alcance de mis abrazos. (deja de leer, y lo recita de memoria, con la mirada perdida en el recuerdo, hacia el horizonte) Pero al levantar la mirada, compruebo el cruel silencio en mi mundo de colores, y me doy cuenta de que sólo puedo soñarte en un arrebato de fantasía y luces, lejos, muy lejos de esta noche apagada y muda, donde camino cn mi soledad en un intento por no olvidarte. Y en silencio, musito tu nombre para mis adentros y con la mirada perdida... Sólo así serás mío en mi nostalgia y mi recuerdo. Sólo así. salvaré nuestra historia de otras miradas que nunca llegarán a comprender lo mucho que todavía te quiero. (deja caer el folio al tiempo que se lleva las manos al corazón y luego hacia el horizonte) Le envío un beso a mi horizonte y a mi vida mientras espero a que lo recojas. No tardes... te espero.

Cesa la música.
Lentamente, baja los brazos y queda muy quieto, rememorando su doloroso pasado con una voz quebrada.

POETA
Me dijeron que te habías ido... que en el último segundo echaste la mirada hacia atrás, hacia el fondo de la platea en un intento porque algo de nosotros volviese a coincidir en ese preciso instante... Pero no ocurrió, y tú te perdiste a lo largo de la calle, resquebrajando cada baldosa de la acera con el estruendo de tus tacones y tus lágrimas... Y yo también me perdí, convertido en el vagabundo errante que surca mil senderos en tu búsqueda... transformado en la sombra torturada por el recuerdo de tu última mirada, (alza temblorosa una de las manos) de esa mano tendida que quedaba sola, buscándote, comprendiendo en el último momento que lo único importante ya era el estar contigo mientras recorro toda esta inmensidad de soledad impuesta... Sin respirar apenas para no desbaratar las letras de este poeta, que escribe sus versos más tristes mientras intenta patéticamente sortear las nubes negras que presagian tormenta... (cambia el tono de voz, haciéndose más potente, tembloroso y nervioso, con una marcada respiración) Creo que fue en ese momento cuando el Gran Conflicto se recrudeció, y mi mundo interior comenzó a tambaearse... envolviendo de adiós todo nuestro ayer y la nada más absoluta de aquel presente... Música de requiem... El cabaret quedó clausurado y sus artistas llamados a las filas de la dispersión y la lejanía... Pobres marionetas... Pobres de todos nosotros en estos tiempos de amar... o sobrevivir...

Queda en silencio unos segundos, pensativo. Se sienta sobre la silla, coge la botella y comienza a beber de ella muy lentamente... hasta que poco a poco va saliendo de la pesadilla.

POETA

La noche me vuelve a arrancar del túnel en el que habito… de los senderos del asfalto y la oscuridad… El Café ha quedado desolado, las bambalinas desiertas, el telón ya no se alzará nunca más… Y mis bailarines, convertidos en marionetas, deshechos sobre la carretera escénica sin una música de fondo que les diera la nota exacta para aparecer a mi lado… Y yo… a partir de entonces, convertido en el halcón solitario que alza el vuelo sobre el recuerdo de todos ellos… errante, malviviendo en tugurios decadentes a cambio de unas monedas por desprenderme de mis versos… (hablándole a la botella) Derrochando lo poco que gano en mi única válvula de escape para olvidar… (da otro sorbo y habla como si estuviera contando una historia al público) En el Baudelaire no estoy del todo mal… Me pagan en función de la gente que acude al espectáculo. Si consigo arrastrar a los tres o cuatro parroquianos del local de enfrente, y se toman varios copazos, entonces mi bolsillo llora de felicidad… Les vomito a la cara mi mundo interior, las penurias que me afectan y el cómo veo a la sociedad de hoy día… (su voz se rompe) Sin embargo, hay noches, como la de ayer, en que no va nadie a escucharme y mis poemas retumban entre las cuatro paredes del local. El promotor, entonces, no sé si por caridad o… vayan ustedes a saber… se vuelve generoso, y me invita a un par de botellas de vino que yo me llevo para bebérmelas por la calle… a la caza de la luz de la luna, del canto de la sirenas, de la melodía certera de las musas… o del recuerdo de aquellos tiempos que se marchitan en lo más profundo del corazón… (su tono de voz va alzándose, orgulloso) donde resuenan el nombre, la música y el título que di a mi obra… El Cabaret de los sueños…

Deja la botella y se levanta, con el mismo tono de voz con que acabó el segmento anterior.

POETA

Sobreviviendo... vomitando mis versos a quien quiera escucharlos... Cuando llora la música, el artista pierde la luz del espectáculo para convertirse en un poeta (comienza a recitar con voz sombría hasta que se derrumba en los últimos versos):

Comienza a recitar, con un marcado acento de interpretación, hasta que va derrumbándose poco a poco.

POETA

La copa de vino suda

desengaños que caen hasta

llegar al madero viejo de la barra del bar,

viejo por las historias acumuladas,

por los guiños repetidos,

por los violonchelos desafinados.

El dedo apenas se levanta

para alcanzar la altura requerida

de la atención del barman,

y el temblor del alcohol

posee papeles legales

y nadie osará arrancarlo de esta tierra.

Poco a poco va descendiendo al suelo, envolviéndose en sí mismo, con la voz quebrada por un llanto inminente.

POETA

Los cimientos del cuerpo

se resquebrajan como una flor marchita,

como una campana en su reinado,

tañendo adagios con sabor amargo,

surcando la piel ajada, dando

relieve al nudo en la garganta…

Comienza a sonar “La canción de la estrella” de Richard Wagner para su obra “Tannhauser”, acentuando el dolor del poeta, cuyo tono de voz es ya un llanto.

POETA

Nadie te hace caso, viejo poeta,

viejo por acumular versos,

estantes llenos, sábanas vacías.

Hace frío en esta madrugada,

humedad sin piedad ni olvido

que te sigue con su guadaña,

con el filo del fracaso escénico,

con el epitafio de una obra imposible.

Se alza de nuevo para terminar con el poema.

POETA

Silueta troquelada en un horizonte

de luces y sonidos, de músicas

que envuelven la resaca…

al tiempo que pido otra copa

que pagaré con mis escritos

empapados de vida y sentimiento.

Un precio alto, lo sé…

Pero qué más da ya…

Ensimismado, lloroso, su voz termina en un quiebro y cae derrumbado en el suelo.

Mientras suena la música, en el increscendo, parece que despertara de una terrible pesadilla, como si las notas musicales le impulsaran a encarar la vida desde otra perspectiva.

Mira hacia el horizonte satisfecho, hasta que en un momento de decisión, se mira la ropa que lleva y se desprende de la camisa negra para rebuscar en la maleta del principio hasta sacar otra de un color blanco que se coloca lentamente, antes de coger un nuevo fular y colocárselo por el cuello.

Se levanta muy torpemente, al tiempo que la música le lleva a iniciar un nuevo camino, lejos de la noche y el amargo recuerdo del pasado, hacia una dirección aún por determinar.

Con un sombrero en la mano, recoge los poemas que hay desperdigados por el suelo, los coloca suavemente sobre el atril, les acaricia a modo de ternura y homenaje por lo que simbolizaban una vida anterior, y comienza a perderse de escena, hasta que en el último momento, echando la vista de nuevo hacia el atril y todos los enseres que ha dejado desperdigados por el suelo, les hace un saludo reverencial, se coloca el sombrero, y sale de escena con el último compás de la música.

REQUIEM

© Isidro R. Ayestarán, 2010

dramaturgia: Ángel Camarero