Hola mamá:
Hace tiempo que no hablamos, lo sé.
Hace mucho que creaste esa absurda barrera
infranqueable entre tú y yo. Hace tanto, mamá...
Nos hemos convertido en sombras proyectadas
en una pared, en el mejor sinónimo del silencio
y en un constante nudo en la garganta y el corazón.
Lo siento... Me enamoré, mamá. Y lo hice
sin pararme en las consecuencias que podría
traernos a nosotras dos. Caí en sus brazos
y me rendí ante la felicidad que me proporcionaba
estar con él... Por vez primera, mamá,
un hombre me hacía olvidar que fui inmensamente
infeliz en aquella casa oscura donde papá nos hizo
tantas veces la vida imposible. ¿Te acuerdas?
Llorábamos juntas, callábamos juntas y nos mirábamos juntas.
Y así fue hasta el día en que desaparecí para siempre.
Sé que partir de cero es una cuesta harto difícil,
que nos habíamos acostumbrado a mirarnos para
comprender el significado de la vida atroz que llevábamos...
Quiero que sepas que no fue mi intención el hacerte daño
aunque me doliera el dejarte sola y huir entre los brazos
del amor, que te sigo queriendo, y que te echo mucho de menos.
Sé que te dejé sola con tu amargura y tu nostalgia de la felicidad.
Y sé también que, si me lo permites, el regresar a tu lado
dejará de ser una quimera que lloro desde hace tiempo.
Le quiero a él y te quiero a ti. Quiero estar con él y quiero
estar contigo. Quiero volver a compartir contigo nuestra bahía,
sentir juntas la brisa en nuestros rostros y mirarnos a
los ojos para sentirnos acompañadas...
Y es que te quiero tanto, mamá.
¿Me escuchas, mamá?
¿Estás ahí?
Un texto antiguo, de la colección de NOCTURNOS, para el recital sobre la Mujer que escenificaré en mi nuevo show MUÑECAS DE CRISTAL
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2007