Navegas rauda atravesando toda la calle,
a cubierto bajo un paraguas de grandes lunares,
como si así quisieras evitar el empaparte
con el recuerdo de tu última mala noche.
Rauda hacia la escena,
sin querer ahogarte con la soledad
de las bambalinas, como si con las prisas
desearas pasar por ellas fugazmente.
Rauda,
calle abajo, deprisa…
Él ya no irá a verte esta noche al teatro,
y su butaca de siempre permanecerá vacía,
sin aquella luz de estrellas que te prometió
muchas otras noches atrás,
cuando no existía el vértigo ni las prisas
ni el silencio… ni los gritos ni las lágrimas
que arroja el cielo cuando las nubes se ponen
a llorar amores perdidos.
Pedaleo ágil y veloz sobre tu apagado
corazón, sin el tacto ya de unas sábanas
que huelan a amor y ternura.
Rauda,
calle abajo, deprisa…
a
cubierto.