Se levanta el telón para la noche de fieras,
el ballet de los cisnes afeminados del cabaret,
los arlequines y los propietarios de chisteras
desvencijadas con olor a naftalina poética.
Se encienden las luces del escenario que siempre
carga hacia la izquierda, cosas caprichosas del
enorme paquete censurable del artista innombrable
de los mil folios con aroma a sensiblería romántica.
Regodeándose en su coqueteo con el público,
cual disoluta colombina que baila en puntillas
de acero, con el estruendo certero de unos versos
que languidecieron y despertaron en la aurora.
No hay temores, murieron los reproches,
se colocaron los chalecos anti-tópicos y se enfundaron
las entrepiernas insultantes a ritmo de pilates
enloquecido en este circo de sentimientos.
Y en un polvo atormentado a la luz de las estrellas,
cabalgando de nuevo como un solitario de llanuras
cubiertas de letras, mascando el tabaco prohibido
por el ministro del ramo de la incompetencia,
renace de unas cenizas pretéritas el dueño del bastón
que se aferra al paladar de las palabras,
el que fuera poeta nocturno y de la vida, el Maestro de
las Ceremonias atrevidas y osadas.
Y como una azafata en una compañía de vuelos
aéreos, la mímica de unos movimientos a ritmo
de nostalgia, pasado, amores rotos y sueños
evocadores, les indicará graciosamente a ustedes
que comienza este show poético teatral,
que poco o nada tiene que ver con lo que hayan visto
ayer, la otra noche o el día aquel que enterraron
al último de los rapsodas de este mundo oscuro.
Sólo pido unos minutos de paciencia.
Esa es mi verdadera recompensa a cambio de cogerles
de la mano y darles un paseo por mi nuevo mundo
de sueños… Los sueños de este su poeta
el ballet de los cisnes afeminados del cabaret,
los arlequines y los propietarios de chisteras
desvencijadas con olor a naftalina poética.
Se encienden las luces del escenario que siempre
carga hacia la izquierda, cosas caprichosas del
enorme paquete censurable del artista innombrable
de los mil folios con aroma a sensiblería romántica.
Regodeándose en su coqueteo con el público,
cual disoluta colombina que baila en puntillas
de acero, con el estruendo certero de unos versos
que languidecieron y despertaron en la aurora.
No hay temores, murieron los reproches,
se colocaron los chalecos anti-tópicos y se enfundaron
las entrepiernas insultantes a ritmo de pilates
enloquecido en este circo de sentimientos.
Y en un polvo atormentado a la luz de las estrellas,
cabalgando de nuevo como un solitario de llanuras
cubiertas de letras, mascando el tabaco prohibido
por el ministro del ramo de la incompetencia,
renace de unas cenizas pretéritas el dueño del bastón
que se aferra al paladar de las palabras,
el que fuera poeta nocturno y de la vida, el Maestro de
las Ceremonias atrevidas y osadas.
Y como una azafata en una compañía de vuelos
aéreos, la mímica de unos movimientos a ritmo
de nostalgia, pasado, amores rotos y sueños
evocadores, les indicará graciosamente a ustedes
que comienza este show poético teatral,
que poco o nada tiene que ver con lo que hayan visto
ayer, la otra noche o el día aquel que enterraron
al último de los rapsodas de este mundo oscuro.
Sólo pido unos minutos de paciencia.
Esa es mi verdadera recompensa a cambio de cogerles
de la mano y darles un paseo por mi nuevo mundo
de sueños… Los sueños de este su poeta
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008