El vídeo recoge el momento en que se recitan "Siempre serás mi princesa" y "Jinetes pálidos", dos poemas que hablan de los vagabundos de la calle, aquellos que pueblan el asfalto de la ciudad en busca de unas monedas o, simplemente, un ratito de cariño y atención.
JINETES PÁLIDOS
Hoy te he vuelto a ver pasear
desde el portal donde habito,
donde cada noche me dejan dormir
cubierto por los cartones que a otros
les sobran,
donde cada mañana me desayuno
con la miseria de la incertidumbre.
Has pasado tú, encorvado como siempre,
con tu taciturno semblante a la caza
de un nuevo día, sin importarte el ritmo
ni el decorado habitual de tu sendero.
Un lacónico saludo entre tú y yo
quebró momentáneamente el silencio.
El tuyo, tu silencio,
el mío, mi silencio…
Silencio,
y no porque nos falten las palabras,
sino porque nunca nadie quiso
detenerse a escucharnos.
Alcé la mano en señal de buenos días,
y como cada mañana, asentiste con
una tímida sonrisa. Luego, te alejaste
calle abajo, vida abajo, mirada abajo.
Hoy te volví a ver pasear ante mi
portal.
Y hoy, inspirado, decidí acompañarte.
SIEMPRE SERÁS MI PRINCESA
Trono de cartón bajo palio,
deshecho por la noche anterior,
mullido por las sábanas de tus caricias,
al arrullo de tu nana y tu mirada.
Surcando al peatón de asfalto
en busca de unas monedas,
las migajas esquivas con el rabillo del
ojo
y la angustia filtrada en el abismo de
tus manos.
Sin nada que llevarse a la boca
más que tu compañía,
te sientas a mi vera, me envuelves con
tus brazos de hombre derrotado,
como queriéndome cubrir de la ignominia
del exterior.
Nos sonreímos, nos lo decimos con los
ojos,
te musito que no pasa nada, que
saldremos
de ésta como de todas las demás.
Y en silencio, a través de ese nudo
tuyo en la garganta, tras el abrigo de
tus besos,
te leo a modo de libro de cabecera:
Tranquila,
mi vida,
siempre
serás mi princesa.
(c) ISIDRO R. AYESTARÁN