EL CABARET DEL VERSO
ISIDRO R. AYESTARÁN

(c) 2008 - 2020

Abandonado en la puerta de un camerino en un destartalado cabaret, fue educado por siete cómicos de la legua en las más variadas artes escénicas entre libretos teatrales, plumas de vedette, pelucas, tacones de aguja, luces de neón, cuplés, coplas, boleros, marionetas, carromatos, asfalto y un sinfín de desventuras que acabaron por convertirlo en un pseudo-escritor de relatos y poemas que recita por escenarios de más que dudosa reputación junto a los espíritus de Marlene Dietrich, Bette Davis y Sara Montiel, quienes lo acompañan desde niño en sus constantes viajes a ninguna parte.

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en otoño... EL NUEVO POEMARIO



En otoño, y bajo el sello Émepe de la editorial MundoPalabras, "DE CUANDO QUISE ACARICIAR EL CIELO CON MIS PROPIAS MANOS" verá la luz. Un compendio de pequeñas historias en verso sobre los grandes fracasos de unos personajes que agonizan en un asfalto de decepciones, miseria y soledad, escritas en plena crisis económica, de valores, política, social… y, por qué no, crisis también de sentimientos.
Con el pleno deseo de superación personal, los versos de “Volar” y “Sin red”, primero y último poema de esta obra poética cuyos títulos forman así un conjunto compacto a modo de leit-motiv de toda la obra (volar alto, muy alto, por encima de los sueños que alimentaba en la infancia), se mueven al compás de una serie de poemas donde la soledad y el desamparo de unos personajes, esculpidos por la decepción y el desencanto por una sociedad mal dirigida y peor representada, les llevan inexorablemente a vagar por callejones metafóricos a la búsqueda y captura de un último aliento de soplo fresco.
Influenciado por el mundo del cine de los años 40 y 50, sobre todo por el neorrealismo italiano de gente como Rossellini, Fellini y De Sica, varias de sus imágenes y sus bandas sonoras han inspirado los versos y los sueños de aquella vagabunda que fuera musa de un gran poeta, o de aquel otro gran artista que había muerto varias veces a pesar de salir a escena con la sonrisa vistiendo siempre sus mejores galas.
Escrito a caballo entre Santander y Madrid, por sus calles, sus plazas, sus cafés, sus locales de madrugada, con el papel y el bolígrafo siempre a punto para captar aquella determinada imagen, aquella ráfaga de conversación o el silencio de una compañera de mesa capaz de expresarlo todo sin mediar palabra alguna… para lograr poemas que hablan de la pareja de mendigos que piden limosna mientras sólo se tienen el uno al otro, del preso político que espera un guiño cómplice antes de su ejecución, del soldado que parte al frente de batalla y le escribe una última carta a su mujer, del escritor en ciernes a la caza de la inspiración… o como la de aquel que prometió a su pareja el salir del bache en que se encontraban,
a golpe de tecla, a golpe de verso…

como si la vida sólo dependiera de un poema… aunque nunca tuviera premio”.