A mi Pepito Grillo con dos tetas
y un metro setenta:
“Happy happy” porque te vas
de crucero por las islas griegas,
voz de mi conciencia
a golpe de cerveza,
verdadera confesión en
un tragaluz casi desierto
ante tu poeta cabaretero,
musa del artista sincero
que te pedía ese momento
de gloria anhelado por los
mortales del mundo entero;
el tuyo en forma de verso,
de fotografía planificada para
desvelar la desnudez de un sentimiento;
tu imagen como acorde correcto
en un pentagrama de letras,
tu sonrisa como la clave para
continuar despierto en mi
universo de alegrías y penas,
y tu luz y tu hombro, capaces de
soportar las neuras que me van y me vienen
en este mundo que nosotros convertimos
en mierda por no hablar claro:
eres el tren que nunca se marcha de mi estación,
diez años anclado en el corazón del rapsoda
que escribe su mejor obra al amparo
de tus brazos tendidos, que me dicen,
sin palabras y mirando a los ojos,
“te quiero, chiquitín. Te quiero”
… Y buenas noches, srta. Dañobeitia
y un metro setenta:
“Happy happy” porque te vas
de crucero por las islas griegas,
voz de mi conciencia
a golpe de cerveza,
verdadera confesión en
un tragaluz casi desierto
ante tu poeta cabaretero,
musa del artista sincero
que te pedía ese momento
de gloria anhelado por los
mortales del mundo entero;
el tuyo en forma de verso,
de fotografía planificada para
desvelar la desnudez de un sentimiento;
tu imagen como acorde correcto
en un pentagrama de letras,
tu sonrisa como la clave para
continuar despierto en mi
universo de alegrías y penas,
y tu luz y tu hombro, capaces de
soportar las neuras que me van y me vienen
en este mundo que nosotros convertimos
en mierda por no hablar claro:
eres el tren que nunca se marcha de mi estación,
diez años anclado en el corazón del rapsoda
que escribe su mejor obra al amparo
de tus brazos tendidos, que me dicen,
sin palabras y mirando a los ojos,
“te quiero, chiquitín. Te quiero”
… Y buenas noches, srta. Dañobeitia
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008