EL CABARET DEL VERSO
ISIDRO R. AYESTARÁN

(c) 2008 - 2020

Abandonado en la puerta de un camerino en un destartalado cabaret, fue educado por siete cómicos de la legua en las más variadas artes escénicas entre libretos teatrales, plumas de vedette, pelucas, tacones de aguja, luces de neón, cuplés, coplas, boleros, marionetas, carromatos, asfalto y un sinfín de desventuras que acabaron por convertirlo en un pseudo-escritor de relatos y poemas que recita por escenarios de más que dudosa reputación junto a los espíritus de Marlene Dietrich, Bette Davis y Sara Montiel, quienes lo acompañan desde niño en sus constantes viajes a ninguna parte.

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ARRABAL


No quieres despertarme. En silencio, vas recogiendo tus cosas, te vas vistiendo lentamente, como queriendo dar a entender que no tienes prisa por volver a una vida que te ha desfigurado por completo. Una vida, mala vida de arrabal, a la que llegaste muy joven tras haberte saltado la infancia que toda niña debe tener.
Yo sigo dormido al otro lado de la cama. En realidad, me dormí enseguida, tras haber vertido sobre tu cuerpo abandonado la esencia y el ímpetu de una vida dedicada al trabajo duro, también desde muy joven.
Creo recordar que me dijiste que tenías tres hijos, a los que cuidaba su abuela mientras tú te decicabas a ganar algún dinero para llevar al hogar, que el padre de esas criaturas murió en la cárcel, donde fue a parar tras haberse dedicado no solamente a machacarte, sino también a traficar con estupefacientes, llevándose consigo al mayor de tus hijos. Sí, me lo contaste todo mientras viajábamos fundidos en un mismo cuerpo lejos de la habitación del hotelucho al que me has traído esta noche.
Yo apenas te conté mi vida. Tampoco da para mucho, la verdad. Y tampoco llegamos a decirnos nuestros nombres, aunque éso ya es lo de menos. Con sólo mirarnos a los ojos, sabíamos que la fragilidad de nuestras miradas volverían a coincidir en algún que otro encuentro furtivo. Otro de tantos...
Ahora, mientras la luz del amanecer se filtra a través de la persiana de nuestra habitación, y tras haberte vestido, respiras el aroma de las caricias y los besos que te di horas antes. Y asientes tristemente con la mirada. Todos olemos igual, piensas. Todos llevamos el mismo aroma de fracaso impregnado en nuestra piel. Te levantas de la cama, me tapas con una sábana para cubrir mi cuerpo desnudo, y tras una última mirada, recoges el dinero que te dejé sobre la mesita de noche, lo guardas celosamente en tu bolsa de aseo, y sales de la habitación sin hacer ruido. Con esa misma intensidad con que las que son como tú caminan por la mala vida.
Su mala vida...
Su triste vida de arrabal.

(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2007

Uno de los textos que abren MUÑECAS DE CRISTAL, mi nuevo espectáculo que escenificaré el día 12 de mayo en el Colilla Queens.