Cuando el payaso se pinta la cara de blanco
oculta los rasgos ásperos de un mal día,
rasgueando en la dureza del momento,
rasgando las vestiduras de las torpezas
dictadas por un rebaño analfabeto.
Cuando el payaso se pinta la cara de blanco
consigue hacer palidecer las otras caras
enmascaradas por la rutina, aquellas que
van maquilladas para una fiesta sin
invitación, ni tan siquiera por cortesía.
Cuando el payaso se pinta la cara de blanco,
las risas disfrazadas antaño por la tristeza
cobran vida, tienen alma, sintiendo la brisa
del calor humano, palpando de nuevo el
soplo de aire fresco tras el ojo del huracán,
tras la acampada ilegal en la Puerta del Sol.
Cuando el payaso se pinta la cara de blanco,
aquel que hace reir es objeto de mofa,
marcado por el dedo ignoto más allá
del hombro altivo aposentado, sin saberlo,
en un trono de papel pintado,
cimentado en jirones de humedad.
Cuando el payaso se pinta la cara de blanco,
la carpa de su circo tiene los colores de la
vida, de una vida que algunos quieren gris,
de una vida que a algunos se les antoja
amordazada... marionetizada...
títere en un grand guiñol.
Cuando el payaso se pinta la cara de blanco,
el artista sale a la pista dispuesto a elevarse
por encima de las pelotas de goma, pues
sus armas tienen letras en vez de balas
y sus silencios pueden más que los discursos
en los atriles y los púlpitos.
¿Quién es el payaso ahora?
Jajajajajajajajajajajaja.....
(c) Isidro R. Ayestarán, 2012
fotografía: elreylagartón, 2011