Mañana gélida de aproximación al invierno,
rayo de sol tenue entre las nubes,
mitigando el dolor del frío,
suavizando la atmósfera pre-navideña,
acentuando el dolor de tu ausencia.
Cielo de azul intenso sin gaviotas,
alejadas del mundanal ruido de la amargura,
partiendo en la búsqueda sincera
del clima cálido donde cobijar sus cansados
cuerpos, sus frías miradas.
No impongas rejas a los latidos honestos
de un corazón palpitante por tu compañía,
ni aprisiones el idioma certero de las
palabras de amor que musitan mis labios,
ni arrojes al fuego de la caldera eterna
las viejas fotografías de aquel sepia que tanto
te gustaba, ni los momentos en que fuiste
mía al bailar agarrados y aferrados
la danza amorosa envuelta en el silencio
significativo de nuestros sentimientos.
Cobarde al no llamar las cosas por su nombre,
incapaz de sentir un estremecimiento,
insoportable roce corporal roto por el pasado,
suspiros ahogados en una lágrima viva y oscura…
Y pasear por la bahía en esta mañana de diciembre,
solo, contigo en el recuerdo, marcando el ritmo
de mis latidos enloquecidos por volver a tu mundo,
dándote vida en cada verso, en una serie de poemas
con aroma a verano y luz de domingo,
como una película de Garci, donde tú eres yo,
y donde la espera tiene ese aroma vivo
que se llama igual que tu nombre.
No es una confesión tardía…
Es lo que me inspira el pasear por la ciudad
en esta gélida mañana de diciembre,
… y de aproximación al invierno.
rayo de sol tenue entre las nubes,
mitigando el dolor del frío,
suavizando la atmósfera pre-navideña,
acentuando el dolor de tu ausencia.
Cielo de azul intenso sin gaviotas,
alejadas del mundanal ruido de la amargura,
partiendo en la búsqueda sincera
del clima cálido donde cobijar sus cansados
cuerpos, sus frías miradas.
No impongas rejas a los latidos honestos
de un corazón palpitante por tu compañía,
ni aprisiones el idioma certero de las
palabras de amor que musitan mis labios,
ni arrojes al fuego de la caldera eterna
las viejas fotografías de aquel sepia que tanto
te gustaba, ni los momentos en que fuiste
mía al bailar agarrados y aferrados
la danza amorosa envuelta en el silencio
significativo de nuestros sentimientos.
Cobarde al no llamar las cosas por su nombre,
incapaz de sentir un estremecimiento,
insoportable roce corporal roto por el pasado,
suspiros ahogados en una lágrima viva y oscura…
Y pasear por la bahía en esta mañana de diciembre,
solo, contigo en el recuerdo, marcando el ritmo
de mis latidos enloquecidos por volver a tu mundo,
dándote vida en cada verso, en una serie de poemas
con aroma a verano y luz de domingo,
como una película de Garci, donde tú eres yo,
y donde la espera tiene ese aroma vivo
que se llama igual que tu nombre.
No es una confesión tardía…
Es lo que me inspira el pasear por la ciudad
en esta gélida mañana de diciembre,
… y de aproximación al invierno.
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008