EL CABARET DEL VERSO
ISIDRO R. AYESTARÁN

(c) 2008 - 2020

Abandonado en la puerta de un camerino en un destartalado cabaret, fue educado por siete cómicos de la legua en las más variadas artes escénicas entre libretos teatrales, plumas de vedette, pelucas, tacones de aguja, luces de neón, cuplés, coplas, boleros, marionetas, carromatos, asfalto y un sinfín de desventuras que acabaron por convertirlo en un pseudo-escritor de relatos y poemas que recita por escenarios de más que dudosa reputación junto a los espíritus de Marlene Dietrich, Bette Davis y Sara Montiel, quienes lo acompañan desde niño en sus constantes viajes a ninguna parte.

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DECADENCIA EN BANDEJA DE PLATA


Esta mañana he vuelto a discutir con mi madre,
avergonzada ella por los carteles que pululan con mi careto,
mi chistera, mi bastón, mis poses tan a lo...
Me dice ella, con cierta ironía, que en mis tiempos jóvenes
de monaguillo en Santa Lucía me comía a los santos a todas horas,
y que hoy es el día en que paso de todos ellos decantándome
por mi vida bohemia, y que no me engullo ya ni un triste rosario.
Bueno, la verdad sea dicha, y sin faltar un ápice a la realidad,
es que llevo un tiempo en que no me como nada.

Esta noche he ido a un nuevo recital de mis hermanos Absenta
en una librería de esas que algunos llaman "roja",
donde la Operación Overlord recobraba nueva vida en un
espacio a descubrir y donde la poesía se escucha de otra manera,
y luego me he hinchado a cervezas haciendo caso omiso
a la lógica aplastante de mi médico de cabecera.
Los Arrancacorazones también estuvieron conmigo en una
nueva noche mágica en mi añorado Bolero, cuna y cimiento
de este cabaret escénico en forma de verso, donde Mikel Lado me
ha recomendado la peli "Entre copas" y Kerish me ha escrito
un nuevo poema de desamor en mi libreta de notas.
Más tarde nos dejamos caer por el Sáhara, que a la poetisa
Sol Bezanilla tanto le ha gustado. Y a mí, que me recordaba
mis tiempos en el Canges, entre velas, incienso, porros,
y las redadas habituales del Cuerpo de Policía Local.
A mí nunca me pillaron... aunque le andan cerca.

El Callejón del Swing nos transportó a otra esfera nocturna,
Pablo Santos bailó a su manera en el escenario mientras
la musa Raquel me retiraba la baba hipotética que se deslizaba
por donde siempre últimamente, el poeta Juanjo Galíndez
perdía la cuenta de sus deudas sin saldar con la camarera,
y la pareja de amantes, poetisa ella, fotógrafo y capitán de
soldados informatizados él, se movían al ritmo trepidante
de la buena música que gusta de los versos bohemios.
Y de allí nos fuimos al Niágara, pero a esas horas Marilyn
ya llevaba un buen rato muerta en aquel campanario por puta
y casquivana, y las cataratas de aquella peli eran los litros
de cerveza que dejaba salir a chorros sin tambalearme
un solo milímetro. Cosas de la experiencia.

Me gustó la noche pasada, debo reconocerlo.
Hubo un poeta (que no nombro ahora por discreto) que no
sabía muy bien con cual de las dos chicas que se le acercaron
se iría a la cama; hubo otro, músico creo, que alardeaba orgulloso
de una entrevista en la Revista del Ocio, y yo, observando
todo ese mundo nocturno que tanto me inspira,
que tanto me llena, y que tanto me gusta recrear últimamente
en un buen montón de folios vírgenes en blanco.
Luego acompañé a Raquel hasta la puerta de casa, que
uno, aunque bala, es todo un caballero, le di un par de besos,
le acaricié la larga melena rizada y le hice prometer que
en otra noche ambos tendríamos mejor careto.

Y vuelta a mi buhardilla tras cinco largos pisos sin ascensor,
donde mi vanidad se crecía un tiempo contemplando mi
foto en una revista de Semana Santa que ha publicado un poema
mío, una saeta que habla también de un amor perdido, que tal y
como están los tiempos, siempre será una realidad en mayúsculas
capaz de superar cualquier ficción que nos pongan en la tele.

Y para colmo, antes de acostarme (a eso de las 6 a.m.)
me he mordido las uñas de las dos manos sin darme cuenta,
he puesto el despertador del móvil a la una de la tarde, y me
he dado un par de vueltas por mi ancha cama en busca de
algún recuerdo que le haga tener sentido, de tenerlo, a la noche.

Y sí, querido señor J.C.
Hice público un comentario tuyo porque tal y como
está el mundo, las buenas palabras, como los buenos
sentimientos, han de gritarse a voces.
Que ya somos pocos los que vivimos la noche y la vida
como si fueran uno, y sería una lástima que se quedaran
en un susurro apenas audible.
Y qué importa que los críticos más "puristas" nos
tachen de decadentes y demas sandeces.
Se lo sirvo en bandeja de plata con un paño bordado en hilo
hecho por mi señora madre.
Ya ven ustedes, a mí no me avergüenza lo que hace ella.

Démosle tiempo a que se acostumbre a mi atuendo.



(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2009