La puerta entreabierta da paso a una nueva subida del telón,
tras una huída, una toalla rendida, un beso furtivo a mi Apocalipsis,
olvidarme del dolor, con el resquemor que eso produce,
pero soñar aunque sea despierto. Sobre todo, soñar.
Un escenario nuevo, con los versos que yacen bajo mi chistera,
bajo esa máscara de color plata que utilizará algún personaje,
con la música que llega a mis oídos en un solo de guitarra
que se transforma en la balada del poeta errante del pasado.
Sentarme en El Bolero a escuchar historias tristes,
leyendas urbanas sobre amores perdidos que se hacen realidad,
y una, dos, tres, infinitas cervezas con aroma a porro urbano
cuyo humo queda devorado por una metáfora de soledad eterna.
Y verte de nuevo por espacio de unos segundos
a través de la puerta sin cerrar de mi cabaret de sueños,
tú paseando a tu Robin con la mirada perdida en algún punto
del recuerdo de la historia que se muere en nuestra distancia…
Pero seguir soñando es mi nuevo empeño,
y disfrutar con lo que mejor sé hacer,
que es escribir, pretender llegar al corazón de quienes me leen
contando historias cercanas que devoraron, antaño, al creador
de unos versos nocturnos a la luz del crepúsculo.
Y seguiré soñando contando historias nuevas
en un absurdo empeño por que no se me despierte nunca.
Porque quisiera abrir los ojos y verte en mi regazo, escuchando
atenta lo que te musito al oído, con tu perrillo en tu brazos.
Pero eso no sucederá, pequeña, por ese otro tétrico
toque de armónica que aparece en las baladas tristes de los poetas,
que nos llevan a lugares distintos donde las nubes amortiguan
el dolor del pasado y la angustia del desamor.
Por eso abro este cabaret de sueños,
escrito con el aroma de los potentes somníferos que logran
que la quimera surque mi noche al ritmo del tic tac
de tus pasos al acercarse de nuevo a mi corazón para siempre.
Y una última posdata como felpudo de bienvenida:
qué bonito es soñar, aunque sea despierto o escribiendo
poemas como el que abre mi nuevo universo literario
amparado en el recuerdo de unas siglas - T Q M.
tras una huída, una toalla rendida, un beso furtivo a mi Apocalipsis,
olvidarme del dolor, con el resquemor que eso produce,
pero soñar aunque sea despierto. Sobre todo, soñar.
Un escenario nuevo, con los versos que yacen bajo mi chistera,
bajo esa máscara de color plata que utilizará algún personaje,
con la música que llega a mis oídos en un solo de guitarra
que se transforma en la balada del poeta errante del pasado.
Sentarme en El Bolero a escuchar historias tristes,
leyendas urbanas sobre amores perdidos que se hacen realidad,
y una, dos, tres, infinitas cervezas con aroma a porro urbano
cuyo humo queda devorado por una metáfora de soledad eterna.
Y verte de nuevo por espacio de unos segundos
a través de la puerta sin cerrar de mi cabaret de sueños,
tú paseando a tu Robin con la mirada perdida en algún punto
del recuerdo de la historia que se muere en nuestra distancia…
Pero seguir soñando es mi nuevo empeño,
y disfrutar con lo que mejor sé hacer,
que es escribir, pretender llegar al corazón de quienes me leen
contando historias cercanas que devoraron, antaño, al creador
de unos versos nocturnos a la luz del crepúsculo.
Y seguiré soñando contando historias nuevas
en un absurdo empeño por que no se me despierte nunca.
Porque quisiera abrir los ojos y verte en mi regazo, escuchando
atenta lo que te musito al oído, con tu perrillo en tu brazos.
Pero eso no sucederá, pequeña, por ese otro tétrico
toque de armónica que aparece en las baladas tristes de los poetas,
que nos llevan a lugares distintos donde las nubes amortiguan
el dolor del pasado y la angustia del desamor.
Por eso abro este cabaret de sueños,
escrito con el aroma de los potentes somníferos que logran
que la quimera surque mi noche al ritmo del tic tac
de tus pasos al acercarse de nuevo a mi corazón para siempre.
Y una última posdata como felpudo de bienvenida:
qué bonito es soñar, aunque sea despierto o escribiendo
poemas como el que abre mi nuevo universo literario
amparado en el recuerdo de unas siglas - T Q M.
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2008
1 comentario:
en mi corazón siempre.
Besos.
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