A doscientas millas de tu corazón,
un vagabundo literario recorre la senda
marcada por el verso atravesado en
un gemido incierto que se confunde
en un sueño a la luz de las estrellas.
Los ojos cerrados, bajo siete llaves,
para no errar en el tiro certero de ese paseo
entre nubes de algodón que acolchonan
la relación de dos "gusiluz" durmientes,
bellos en sus gestos, sin querer despertar.
Dos cuerpos atravesados, enrevesados,
envueltos en la magia del cariño y las miradas
que hablan con los ojos del alma, con el
cimiento seguro de las cosas dichas antes
de estropearlo todo para siempre...
Existen las caricias, my private Rous,
y alguien dio vida a esas pequeñas cosas que
se hacen grandes al sentirlas cercas del motor
que sostiene, sin duda alguna, el calor de
la llama viva, ardiente... amiga.
Ésta es la canción prometida, los versos
del "dormiamigo" que te alumbra en la noche,
que te quiere de veras sin más pretensión que
ésa que va dictada por el sentimiento honesto
al susurrarte, entre sueños, que no hay temores
al estar juntos, ahuyentando la pesadilla de
esta vida insolidaria que parece querer romper
el silencio, la conversación de madrugada al
musitarnos nuestros anhelos cotidianos,
los arrumacos desnudos y sinceros.
My private Rous,
mi pequeño aroma con nombre de flor,
mi canción íntima,
mi gesto nocturno amigo...
privado... entre tú y yo.
(c) ISIDRO R. AYESTARAN, 2009
1 comentario:
No puedo faltar ni un día a tu casa. En cuanto me descuido la has llenado de poemas, de sentimientos, de imágenes, de sensaciones. No doy abasto cuando vengo a verte.
Un abrazo, estupendo poema
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